Jesucristo es Rey. Hora Santa
Parroquia de San Pío X
Se reza la Estación al Santísimo Sacramento…
Lectura del Evangelio según San Juan (18, 33-37; 19,19)
Le preguntó Pilato: “¿Eres tú rey de los judíos?”. Respondió Jesús… “Mi reino no es de este mundo. Si fuere de este mundo, mis huestes habrían luchado por mí. Pero mi reino no es de aquí”. Le dice entonces Pilato: “Luego, ¿tú eres rey?”. Le contesta Jesús: “Sí, yo soy rey”… Y Pilato escribió y puso el titulo sobre la cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”.
Palabra del Señor. Meditemos en silencio y compartimos.
Meditemos.
“Sí, yo soy rey”, afirma solemne Jesús ante Pilato, sabiendo que su confesión le va a costar la vida. Pero antes ha aceptado de las turbas el homenaje: “¡Bendito el Rey que vive en nombre del Señor!” (Lc. 19,38). Y describiendo su segunda venida, había dicho hacia pocos días nada mas: “Se sentara en su trono… Entonces dirá el Rey… Y el Rey responderá”…(Mt. 20,28).
Jesús llamado por San Pablo “el único soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores”(1 Tm 6,15) Si es el Creador, “porque en Él fueron creadas todas las cosas, y todo fue creado por Él y para Él “. ¿hay algo que no sea suyo?
Si “Él es también la cabeza del Cuerpo de la Iglesia” (Col 1,16-18), “conquista con su sangre” (Hch 20,28), ya que “hemos sido comprados a gran precio” (1 Co 6,20), ¿no es el Rey y dueño de todos los redimidos?
Y si “Él debe reinar hasta que se le sometan todos sus enemigos” (1 Co 15,25), ¿Quién se escapa de su dominio universal?…
Al hablar así de la Escritura, cualquiera pensaría que nos encontramos ante un Rey despótico, dictatorial que nos infunde miedo y hasta verdadero temor…Pero es todo lo contrario, porque Jesús es un Rey de amor, que vuelca su Corazón divino sobre cada uno de los que somos suyos.
La Liturgia describe en el prefacio de la fiesta las características de su reinado: “un reino eterno y universal, el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y gracia, el reino de justicia, de amor y paz”.
El reinado de Jesucristo, actuante ya en el mundo y que se consumará al final de los tiempos, exige de todos la fidelidad al Rey, la generosidad de trabajar por Él, la entrega a los más necesitados de entre sus súbditos, para que en todos se manifieste la bondad del que es el dueño de todo.
El reinado de Cristo se centra muy particular en la Eucaristía, como lo proclamó el Papa Pío XI en su famoso radiomensaje al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires:
“Cristo, Rey Eucarístico, vence Cristo, Rey Eucarístico, reina; Cristo, Rey Eucarístico, impera, Cristo, Rey Eucarístico, triunfa”.
Hagamos unos momentos de silencio
Todos. Mi Señor Jesucristo, Rey de todo y de todos, Rey de mi corazón, único duelo de mi alma, de mi mente, de todas mis fuerzas, de todo mi ser, ¡yo te amo Te amo, sobre todo, en el Sacramento de tu amor, en el que centras tu reinado de amor para los tuyos que militamos aún en la tierra. Si me glorió de militar bajo tus banderas, mi servicio lo manifestare trabajando por el Reino, en el apostolado, en la justicia, en la caridad y la paz, siempre más y más, siempre con más ardor, ¡por ti, mi Señor!
Canto.
Tu reinaras este es el grito, que ardiente exhala nuestra fe, Tu reinaras, Oh Rey bendito, pues tu dijiste reinaré.
Reine Jesús por siempre, reine su Corazón, Que nuestra patria y nuestro suelo es de María la Nación (2)
Tu reinaras dulce esperanza que al alma llenas de calor, habrá por fin paz y bonanza felicidad habrá doquier.
Contemplemos salmodiamos la respuesta.
Señor, Rey eterno y universal.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey Creador de todas las cosas.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey que nos conquistaste con tu Sangre.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Iniciador y consumador del Reino de Dios.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, a quien todas las cosas están sometidas.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que un día volverás como Rey triunfador.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que cerraras la historia como dueño de todo.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que eres Rey de justicia, de amor y de paz.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que reinas entre nosotros desde tu Sagrario.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey que nos pides fidelidad absoluta.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, a quien servir es ya reinar.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey que serás nuestro premio y gozo eternos.
-Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Todos Señor Jesús, que me admites, como una honra, a trabajar por ti en la extensión y consolidación de tu reino, amándote a ti en tu divina Persona, amándote a ti en mis hermanos y trabajando por ti en ellos. Dame generosidad. Dame ardor, dame ilusión; por un Rey como Tú, ¡vale la pena vivir y morir! Madre mía, Reina que compartes con Jesucristo tu Hijo su reinado universal y eterno. Alcánzame la gracia que necesito para distinguirme como fiel adorador en tu servicio; mi Rey y Señor, trabajando con ardor por Él y por mis hermanos.
En mi vida. “Ya sabéis cual es la ley de la bandera – decía a un grupo de jóvenes el Papa Pío XI-, o no se levanta, o si se levanta, se muere por ella”. Muy bonito y muy exigente, es muy fácil entusiasmarse por Cristo Rey en nuestros tiempos, ante el ejemplo arrollador de tantos mártires que han caído bajo las balas gritando ¡ Viva Cristo Rey… pero, ¿se decir eso cada día en la realidad de la vida? ¿lo digo, venciendo mi pereza, cuando se trata de trabajar por el Reino? ¿Lo digo cuando Él me llama desde su Sagrario, y yo no tengo ganas de ir a hacerle un ratito de guardia?…
Oremos
Señor Jesucristo, nosotros te confesamos Rey del Universo, y te pedimos con ansia viva:
Venga a nosotros tu Reino, Señor.
Muchos pueblos de los que Tú redimiste vagan dispersos por el mundo, sin fe y alejados de Dios.
Congrégalos a todos bajo tu mando amoroso.
Señor Jesús, Tú eres nuestro guía y nuestro Pastor.
Guarda con solicitud especial a los hermanos más necesitados: a los pobres, a los enfermos, a los descarriados, a los desanimados, a los que andan perdidos sin esperanza, y dales a todos tu paz.
Un día, Señor, vendrás a juzgar al mundo;
Haznos a todos unos fieles seguidores tuyos para que merezcamos contarnos entre las ovejas a tu derecha.
Tu Iglesia, Señor, es signo y dispensadora de tu paz;
Haz que sus pastores sean fieles administradores de los bienes eternos que les confiaste.
A nuestros hermanos difuntos;
Llévalos a la luz de tu Reino glorioso.
Cantamos todos juntos el Padre nuestro…
Hagamos unos momentos de Silencio
Todos Señor Sacramentado, que en el Sagrario tienes tu cuartel general para los que aquí militamos bajo tus banderas gloriosas. Que en él encontremos el valor que necesitamos para trabajar para ti, para guardarte fidelidad, para no desanimarnos nunca, sabiendo que estas con nosotros ayudándonos en la lucha para ser después nuestro premio. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Escuchemos con atención.
- Caso muy conocido de servicio al Rey Jesucristo en su Sagrario, un soldado de la guarnición de Orleans se escapa cada día del cuartel a la catedral en el tiempo libre, se adelanta hasta el presbiterio, y, en posición firme, permanece inmóvil ante el Señor. lo encuentra así el oficial:
-¿Qué haces aquí? Mi capitán, hago guardia al Señor, el rey la tiene en su palacio de París, y al Rey del Cielo no se la hace nadie.
- En agosto de 1936 el joven Antonio Mole Lazo, de 21 años, cae en manos de los rojos, que le cortan las dos orejas, le clavan gruesos clavos en los ojos y le machacan ferozmente la nariz, se desangra poco a poco, sin dejar de gritar hasta morir. ¡Viva Cristo Rey!
El muchacho va camino a los altares…
Como el joven sacerdote Julio Bescós, los rojos le dicen burlones ante las gentes curiosas de la calle, camino de la muerte:- Canta ahora aquello de ¡Guerra, guerra contra Lucifer!…
En el campo, le tiran la primera descarga:
-¿Te duele? Ahora mismo te curamos ¿No tienes nada que decir?
-Si tengo que decir algo: ¡Viva Cristo Rey!
Canto.
¡Que viva mi Cristo que viva mi Rey!
Que impere doquiera triunfante, su ley, Que impere doquiera triunfante, su ley
¡Viva Cristo Rey! Viva ¡Viva Cristo Rey!
Hagamos unos momentos de Silencio
Recemos el Santo Rosario y la Coronilla y ofrezcámosla para que aprovechemos este tiempo de Adviento y tengamos una verdadera conversión, y también pidamos por todos los que nos piden oración.
¡Unidos en la Eucaristía!