MIS HIJAS ME DEJAN A SUS NIÑOS Y NO SE HACEN CARGO DE ELLOS: publicación del periódico el Gaudium de la arquidiócesis de León.
Uno de los fenómenos sociales que vive nuestra sociedad mexicana en la actualidad aparte de la violencia, de la pobreza, es que los hijos quieren la co-participación de sus padres para cuidar a sus hijos, primeramente para que ellos como hijos puedan suplir todas sus necesidades económicas ya que la situación exige que trabajen los dos, a la se vayan haciendo de sus cosas para su hogar y gocen según ellos sus hijos de este beneficio económico sin que les falte nada.
Por la mañana muy temprano vemos a muchos jóvenes matrimonios desplazarse al hogar de la mamá o de la suegra para dejarles a sus hijos encargados, ya por la tarde o muy por la noche, ellos van y recogen a sus hijos a toda prisa y simplemente dice: ya nos vamos es muy tarde; la mamá o la suegra se quedan nada más viéndolos o dándoles por la espalda la bendición; este tipo de apoyo es muy dañino en cualquier nivel de nuestra sociedad para los hijos, pues nunca permite que los hijos sean verdaderos padres ya que delegan su función a sus padres; los hijos por tanto sí son buenos abuelos van a recibir una atención lo mejor posible, pero si no tienen la manera de ayudarlos esos pequeños van a sufrir bastante, la falta de alimento ya que ellos no dejan un solo centavo, la falta de cuidado porque los abuelos andan my ocupados, gritos y enojos por parte de los que habitan en la casa y algo muy importante: comentarios negativos en contra de sus hijos que los pequeños oyen y empiezan a sentir en su corazón.
El abuso por parte de los hijos que primeramente dejan al cuidado de sus padres a sus hijos, se va haciendo ruin, llega un momento en convertir en esclavos a sus padres, no pueden salir a ningún lugar por estar cuidándolos, llegan al hogar de los padres a desayunar o que les echen el lunch todavía, hasta llevarse comida para la cena o cenan con los papas para no batallar, otros más abusivos hasta ropa a lavar y planchar les llevan a sus padres, otros más son tan sensibles que si ven el más mínimo gesto se hacen los enojados y hasta ofenden a los papas, es cruel por parte de muchos hijos que abusan en extremo de los padres, algunos claro son lo contrario, les dejan dinero para las necesidades de sus hijos, les ayudan un poco con dinero extra por ese cuidado, son detallistas para con sus padres y tratan de ser menos carga para ellos, pero la mayoría son crueles con sus padres.
El periódico Gaudium de la arquidiócesis de León ejemplificó este fenómeno social con un testimonio de vida la pasada semana, antes de publicar este artículo quisimos unirlo al de ellos, pues nos pareció buen el aporte de esta dama que comparte situación muy similar, a continuación citamos todo el artículo esperando sea un medio para concientizar esta situación que viven millones de papas en México:
Padre José de Jesús:
Lo quiero felicitar por esta sección. Yo en lo particular, es la primera que leo, y creo que así como yo, están muchas personas, pues me sirve mucho para mi vida lo que ahí usted aconseja.
Y ahora yo también quiero aportar algo de lo que me sucede, y no me da pena, pues a todos nos puede pasar, porque de los errores de unos, los demás aprenden.
Mire padre, yo llevo de casada 40 años. La mayoría de nuestros hijos ya están casados. Dios nos dio la bendición de 7 hijos; cinco mujeres y dos hombres. Me quedan en la casa un hombre y una mujer.
La verdad es que no llevé una vida muy ejemplar, pues hubo un tiempo en el que me alejé casi por completo de Dios y de la Iglesia, pues tenía muchas ocupaciones con mis hijos y mi esposo. Pero como íbamos al día, mi esposo tenía que trabajar mucho, y yo le ayudaba vendiendo cosas, o dulces para mantener a nuestros hijos, y no les daba la atención que se merecían.
A nuestros hijos, no les pudimos dar estudios, pero tampoco ellos lo pidieron, sino que decían que mejor querían trabajar para ayudar con los gastos de la casa. Yo creí que ya cuando ellos crecieran y salieron de la secundaria, íbamos a tener algún descanso en cuando a la economía, ya que si iban a trabajar, entonces también iban a aportar. Sin embargo, no fue así, sino que nos trajeron más problemas, ya que cuando se vieron con dinero en la bolsa, empezaron a rebelarse más y a exigir más.
Uno de mis hijos se llevó a la novia a la casa, y aunque le advertimos, no quiso entender, y ahí lo teníamos viviendo con su pareja. Casi siempre se estaban peleando, y no querían casarse por la Iglesia. Yo le platiqué esto al padre de mi parroquia cuando me confesé, y me dijo que les reprendiera, y que les dijera que se consiguieran una casa aparte si querían seguir así. Pues así lo hice, y se enojaron, se fueron, y no me hablan.
Luego, tres de mis hijas, se casaron bien, por la Iglesia, y por ese lado estaba más tranquila, pero llegó el tiempo en el que ya todas me llevan a sus hijos para que se los cuide, y la verdad es que mi casa ya hasta parece kínder, no me queda tiempo para atenderlos, pues son cinco niños los que tengo que cuidar. Además, dos de ellas no me dan ni siquiera para los pañales y pues a mí me da tristeza que anden sucios y yo se los tengo que comprar; ellas son muy atenidas.
Y para empeorar la situación, se me acaba de ir otra con el novio, y ya está embarazada, y su novio es drogadicto, y parece ser que en esa casa, sólo hay problemas y más problemas, pues la suegra vive con otro que no es su esposo, y tuvieron que mandar al pasillo a otro de los muchachos que compartía cuarto con su novio, y parece ser que siempre se tratan con un lenguaje que no es muy propio.
La mera verdad, ya no sé qué hacer, estoy desesperada. Pareciera ser como si hubiera terminado con mi familia, y como si me llegaran totalmente nuevas responsabilidades pues es como comenzar de nuevo con todos los nietos, además de los dos hijos que me quedan.
¿Qué hago?, ¿ya no les recibo ni a ellos ni a sus hijos?, ¿los dejo? La verdad es que estoy muy confundida.
Graciela
Sra. Graciela:
Gracias por su correo, y gracias también por compartir la intimidad de su hogar, pues no es nada fácil hablar de la propia familia.
Considero que esto se originó por la falta de atención que tuvieron ellos con respecto a ustedes sus padres, que aunque muy loable su trabajo, también requieren mucha atención los hijos, sobre todo en las etapas más tempranas.
Las faltas de responsabilidad, son faltas de madurez, y si se les sigue solapando, entonces no se les deja crecer, y seguirán siendo siempre inmaduros en su forma de pensar y actuar. Yo entiendo que los padres de familia están dispuestos a todo con tal de ayudar a sus hijos; pero a veces no se miden, y por lo mismo, les pueden ocasionar un mal mayor en lugar de un beneficio.
Sin embargo, no hay que olvidar que los niños no tienen la culpa de nada de esto, y también pueden ser víctimas de los problemas de nosotros los adultos, por eso, en consideración a sus nietos, creo que no se les debe de abandonar completamente si sus padres no se hacen cargo de ellos; pero sí buscar ser contundentes y estrictos en sus decisiones aunque les duela en lo más profundo de su corazón.
Ordinariamente, las lecciones fuertes, sirven para acomodar los desajustes que alguien trae en su interior. Esta es una de esas lecciones que da la vida; pero mientras se tenga vida, no es tarde para comenzar una vida nueva.
Es necesario también reconocer los propios errores cometidos por falta de atención, y buscar enmendarlos trabajando las lagunas afectivas que se tienen con respecto a la relación padres-hijos, hijos-padres. Se requiere de mucho trabajo interno, pues ellos ya están grandes, pero no es imposible. Si buscan un terapeuta familiar, les podrá dar muy buena orientación y les ayudará a sanar, pero todo depende de la disponibilidad de cada quien, seguramente en su parroquia habrá alguien que le ayude.
Y recuerde, Jesús es el verdadero médico de los cuerpos y de las almas; recurra a Él, sígase confesando, comulgando, frecuente siempre la Eucaristía, y un momentito diario de oración le ayudará a superar sus dificultades.
Finalmente, encomiéndese a nuestra Madre la Virgen María con el rezo del Santo Rosario, y tenga mucha paciencia, pues un cambio no se consigue de una día para otro.
P. José de Jesús Ibarra Andrade
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