“SEÑOR, SALVA A TU PUEBLO”.
Escucha la voz de mi plegaria cuando a ti grito y elevo mis manos hacia tu Templo santo.
Bendito sea el Señor, que ha escuchado la voz de mi oración.
El Señor es mi fuerza y mi escudo, mi corazón confiaba en él, y me socorrió; por eso mi corazón se alegra y le canto agradecido.
El Señor es la fuerza de su pueblo, un refugio seguro para su ungido.
¡Salva a tu pueblo y bendice a los tuyos; pastoréalos y llévalos por siempre!”
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México