El alma y Cristo
El alma:
Señor, porque, si el mal y el bien aduna, para mí solo hay penas turbadoras? La noche es negra, pero tiene lunas; ¡ el polo es triste, pero tiene auroras!
El látigo fustiga, pero alienta; el incendio destruye, pero arde, ¡y la nube que fragua la tormenta se tiñe de arreboles en la tarde!
Cristo:
¡Insensato!, y yo estoy en tus dolores, soy tu mismo penar, tu duelo mismo; mi faz en tus angustias resplandece…
Se pueblan los espacios de fulgores y desgarra sus velos el abismo.
El alma embelesada:
¡Luz…!
Cristo:
Yo enciendo las albas..
Amanece.