Jesucristo, Pasión de Amor. Hora Santa
Parroquia de San Pío X
Se reza la estación al Santísimo Sacramento
Jesús presente con toda tu alma, con todo tu cuerpo, con toda tu Divinidad, en este pedacito de pan, te pedimos que enciendas en nuestros corazones una hoguera de amor de tal manera que nos ayude a servirte en cada uno de nuestros hermanos. Amén.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (21, 15-17)
Después de haber comido dice Jesús a Simón Pedro “Simón hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”, le dice Él, “Si , Señor, Tú sabes que te quiero”. Le dice Jesús, “Apacienta mis corderos”. Vuelve a decirle por segunda vez, “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Le dice él, “Si Señor, Tú sabes que yo te quiero”. Le dice Jesús, “Apacienta mis ovejas”. Le dice por tercera vez, “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez ¿Me quieres?, y le dijo, “Señor Tú lo sabes todo, Tú sabes que yo te quiero”
Palabra del Señor.
Releemos y compartimos, la frase que más nos llame la atención, después hacemos silencio
Leemos despacio.
El apóstol San Pablo, que decía de sí mismo, “Renuncio a saber otra cosa que Cristo Jesús”(1Corintios2,2) deseaba a los fieles de efeso “Que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, puedan comprender, junto con todos los creyentes, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, un amor que supera todo conocimiento y que les llena de la plenitud misma de Dios.(Ef 3,17-19)
Este amor es infinito en todas sus dimensiones. Por su anchura, abarca a todos los hombres de todos los tiempos. Por su longitud, se hace insoldable, sin fondo, en los inacabables siglos futuros. Por su altura, nos hace vernos a nosotros como hijos de Dios en el seno mismo de Dios. Por su profundidad, se hunde en la eternidad de Dios, antes, mucho antes de la creación del mundo.
Metidos así en Cristo, ¿en qué se convierte Cristo para nosotros? Él se convierte en el aire que respiramos, como quería San Macario ”Respiren siempre a Cristo”
Se hace comida nuestra, sobre todo en la Eucaristía, y nos dice San Agustín, “Yo soy el pan de los grandes ¡Cómeme!.
Se hace bebida nuestra, como nos dice San Ambrosio, “Bebe a Cristo, porque es la vid verdadera Bebe a Cristo, porque es la Roca de la que broto agua, Bebe a Cristo, porque es fuente de Vida, Bebe a Cristo, porque es la acequia que alegra la ciudad, Bebe a Cristo, porque de sus entrañas manarán torrentes de agua viva, Bebe a Cristo, y así beberás la Sangre que te ha Redimido.
Se convierte en nuestro sueño místico, que no nos deja dormir, como expreso el poeta Beato Raimundo Llull:”Su rostro en aquella tarde tuve tan impreso en mi, que, porque no se borrara, me empeñaba en no dormir”.
Estos grandes Santos, con expresiones tan bellas, enlazan con la antigua Iglesia, que nos dice San Ignacio de Antioquia, discípulo de los Apóstoles y mártir insigne:”Una sola cosa importa, que yo me halle en Cristo Jesús, para el verdadero vivir”.
Al terminar hacemos silencio y oramos de acuerdo a la lectura.
Canto.
Ha venido el Señor a traernos la paz,
ha venido el Señor y en nosotros esta.(2)
Te alabamos Señor por tu inmensa bondad
Te alabamos Señor por tu cuerpo hecho pan.
Todos Señor mío Jesucristo, ideal de las almas grandes, y vida de su vida ¿Cuándo te conoceré como ellas?¿Cuando te amare yo así?¿Cuando trabajare por ti como los más generosos?¿Cuando te hare amar como debes ser amado? Dame la gracia de conocerte, de amarte, de seguirte, de hacer algo por ti entre mis hermanos. Que tu amor me lleve a darme a los demás, para que todos juntos en la unidad construyamos el mundo en la paz del corazón.
Contemplemos. Respondemos Salmodiando.
Tú, en quien el Padre nos ve, nos elige y nos salva.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, en quien se recapitulan todas las cosas.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, que eres el centro y el eje del universo.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, por quien nosotros somos hijos de Dios.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, por quien todos nosotros somos hermanos.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, por quien tenemos la herencia de la vida eterna.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, dado por el Padre al mundo como su mayor gracia.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, centro del amor de todos los corazones.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, ideal por el que yo quiero vivir y morir.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, clave de toda la vida espiritual y apostólica.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, objetivo único de toda la vida.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Tú, que serás nuestra felicidad eterna en el cielo.
-Mi Señor Jesucristo, yo te amo.
Todos. Señor Jesús, que eres el camino, la verdad y la vida. Hazme conocerte cada día más profundamente. Hazme amarte cada vez con más ardor. Hazme seguirte con mas fidelidad. Sólo así llenarás mi vida entera y sólo así será llena de ti. Madre María, no puedo pedirte una gracia más agradable a ti que el conocimiento y el amor de mi Señor Jesucristo. Que, como Tú, guarde sus palabras en mi corazón, que las medite sin cesar, que las asimile y las viva, para que sea Jesús, y únicamente Jesús, la ilusión de mi existencia entera.
Canto.
Ha venido el Señor a traernos la paz,
Ha venido el Señor y en nosotros esta. (2)
Tú eres solo mi Dios, mi Señor mi heredad
Tú eres solo mi Dios, mi confianza en ti esta.
En mi vida. Esta cada pregunta hacemos un silencio para meditar.
Estas expresiones y ejemplos de los grandes Santos de la Iglesia han de ser para mí un estimulo poderoso que me obligue a amar apasionadamente a Jesucristo y a trabajar para su gloria entre los hermanos que Él confía a mi generosidad. Mi amor ha de polarizarse entre Jesucristo y el hermano que me necesita. ¿Amo ardorosamente a Jesucristo en su persona?. En especial, ¿lo busco en el Sagrario? Cuando trabajo por mis hermanos, ¿miro en ellos a la Persona de Jesucristo? ¿O bien, la ayuda que les prestó es puramente social, filantrópica, sin que sea yo capaz de hacerles amar al Señor que mueve toda mi actividad? ¿Trato de interiorizar el amor de Cristo en sus corazones?.
Oremos
Dios, que nos ama, sabe también lo que nos falta. Nosotros acudimos a su bondad inmensa, y le decimos.
Te alabamos, te amamos y confiamos en ti.
Señor Jesús, Rey del universo, que nos has revelado el amor inmenso del Padre y nos has dado el Espíritu Santo para amar como ama Dios.
Derrama el Amor Divino en nuestros corazones y que transforme nuestra vida terrena en celestial.
Señor Jesús, que en el cielo donde eres nuestro mediador intercedes siempre por nosotros.
Ábrenos la puerta de tu Corazón y haz que te sirvamos siempre con santidad y justicia.
Señor Jesús, que te identificas sobre todo con el pobre, el desvalido, el que sufre.
Derrama la paz de tu amor sobre los hermanos que viven sin esperanza.
Señor Jesús, cólmanos de tu gracia a los que te hemos hecho este rato de compañía.
Y haz que nunca nos separemos de Ti
Señor Jesús, abre a los difuntos las puertas de la Gloria.
Para que participen plenamente de la Salvación.
Cantamos todos juntos el Padre nuestro.
Todos. Señor Sacramentado, a quien tenemos siempre en la Eucaristía tan cerca, tan cerca de nosotros. Atráenos hacia Ti de manera irresistible, encadénanos a tu Sagrario, y, cuando salgamos de tu presencia, que sea ardiendo en amor a tu adorable Persona y a los hermanos que confías a nuestra generosidad. Así sea.
Escuchemos con atención
Santa Margarita María, la gran confidente del Corazón de Jesús, cuando iba a comulgar vio una vez a Jesús, en medio de la Sagrada Hostia, resplandeciente mucho más que el sol, con una luminosidad imposible de soportar. Y durante una meditación ante el Sagrario, esta luz sobre toda luz salió de la llaga del costado de Cristo e inundo el corazón de Margarita María. Se abrió el Divino Corazón de Jesús y broto de él una llama tan ardiente que consumía a la dichosa Santa, a la cual dijo Jesús.
Dame tu corazón.
Cuenta Margarita, yo le dije que lo tomara. Él acepto y lo puso dentro de su costado. Allí estaba como un átomo pequeño que se consumía en un horno de fuego ardiente. Luego volvió a sacarlo en forma de llama, y me lo coloco de nuevo en su sitio, mientras me decía:
Ahí tienes una preciosa prenda de mi Amor, que deposita en tu costado una pequeña chispa de su ardiente llama y te servirá de corazón consumiéndose hasta el último momento. Y su ardor no se ha de extinguir.
Concluye la Santa. Después de este gran favor, yo no sabía si me hallaba en el cielo o en la tierra.
Canto.
Ha venido el Señor a traernos la paz
ha venido el Señor y en nosotros esta. (2)
Somos hermanos si, con su vida y su amor
somos hermanos si, somos un corazón
Que podre yo temer si Tú moras en mi
Que podre yo temer, si yo estoy todo en Ti
Rezamos el Santo Rosario, y la coronilla de la Misericordia, ofreciéndola por las intenciones del mundo entero.
¡Unidos en la Eucaristía!
Excelente las horas santas.Les pido horas santas para rezar por las vocaciones, sacerdotes, religiosos-as.Muchas gracias y bendiciones.