Billete Celador: Un Mensaje para ti guardia de honor: Dispuesto a Orar
“Qué, ¿No habéis podido velar una hora conmigo?
La Víctima Santa, toda inundada en su sangre, se levanta y va a buscar consoladores… ¡ay! El gran abandonado de Getsemaní estaba sólo para pisar el lagar… Sus tres más amados, sus íntimos, sus amigos, Pedro, Santiago y Juan dormían a algunos pasos. ¿Quién puede expresar el dolor que sintió Jesús con tal abandono… en tal hora… en aquel lugar? Pero su corazón amantísimo debía conocer todos los dolores, cubrirnos con todas las indulgencias.” ¿Cómo, no habéis podido velar una hora conmigo? ¡Qué dulce reproche!… seguido de tan caritativas advertencias: “Velad y orad para que no entréis en tentación”.
¡Oh! Maestro agonizante y siempre pacientísimo y benignísimo, no permitas que tus escogidos, se duerman jamás cobardemente en el lugar de amor. En tu Presencia Sacramental donde los has colocado misericordiosamente.
En el Sagrario como en el Huerto de los Olivos sufres aún todos los horrores de una lenta agonía. Las traiciones te persiguen allí, la ingratitud de los hombres te hace gemir, lloras nuestros crímenes, los confiesas noche y día a tu Padre Celestial.
Jesús dulcísimo que nos has invitado a consolar tus divinos abandonos, haznos vigilantes y plenamente consagrados a tu Sagrado Corazón. Enséñanos a velar y orar, a fin de no caer en tentación y líbranos de todos los peligros. Por los dolorosos abandonos de tu Corazón en Getsemaní, ten piedad Jesús mío de los corazones afligidos. Consuélalos, sostenlos, santifícalos en la prueba.
Piedad Padre por todos los migrantes y sus familias ayúdalas y bendícelas en todas sus necesidades.
Piedad Padre por los agonizantes y para nosotros mismos cuando llegue la hora temible en que deberemos aparecer ante Ti y recibir la sentencia que nos hará dichosos o desgraciados por toda la eternidad.
Piedad Padre por todas las almas del purgatorio que aún no gozan de tu Presencia, perdónales todas sus deudas, en especial a nuestros familiares, amigos y conocidos difuntos.
¡Bendito sea Dios… Por siempre !