Escúchenme, islas lejanas,
pongan atención, pueblos.
Yavé me llamó desde el vientre de mi madre,
conoció mi nombre desde antes que naciera.
Hizo de mi boca una espada cortante
y me guardó debajo de su mano.
Hizo de mí una flecha puntiaguda
que tenía escondida entre las otras.
El me dijo: “Tú eres mi servidor, Israel,
y por ti me daré a conocer.
Mientras que yo pensaba:
“He trabajado en balde,
en vano he gastado mis fuerzas, para nada.
Yavé, sin embargo, protegía mis derechos,
mi Dios guardaba mi salario,
pues soy importante para Yavé,
y mi Dios se hizo mi fuerza.
Y ahora ha hablado Yavé,
que me formó desde el seno materno
para que fuera su servidor,
para que le traiga a Jacob y le junte a Israel:
No vale la pena que seas mi servidor
únicamente para restablecer a las tribus de Jacob,
o traer sus sobrevivientes a su patria.
Tú serás, además, una luz para las naciones,
para que mi salvación llegue
hasta el último extremo de la tierra.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México