Lectio Divina, Domingo 8º del Tiempo Ordinario
“Busquen primero el Reino de Dios y su justicia…”
Mateo 6,24-34
1. Lectura
¿Puede alguien servir a dos señores? ¿Qué sucede cuando una persona pretende servir a dos señores al mismo tiempo? ¿A quién no se puede servir simultáneamente según las palabras de Jesús?
¿De qué no se deben preocupar las personas? ¿Qué vale más que el alimento? ¿Qué más que el vestido?
¿Qué pide el Señor que se observen? ¿Qué no hacen las aves del cielo? ¿Qué hace el Padre de Jesús con ellas? ¿Cuál es la respuesta obvia para la pregunta ‘no valen ustedes más que ellas’? ¿Y cuál para la pregunta del v. 27?
Y a propósito del vestido ¿qué pide Jesús que se contemple? ¿Qué sucede con los lirios? ¿Qué rey, en todo su esplendor, no llegó a vestirse tan hermosamente como un lirio? ¿Qué hace Dios con las hierbas del campo? ¿Qué pasa con las hierbas del campo? ¿Con quién hará mucho más Dios? ¿Con qué calificativo se refiere Jesús a los discípulos y a la muchedumbre? Si quieres comprender más el alcance y sentido de esta expresión lee las otras ocasiones en que aparece en Mateo (8,26; 14,31; 16,8) ¿Qué actitud deben tomar los discípulos y la muchedumbre? ¿Qué no deben andarse preguntando? ¿Quiénes se afanan por esas cosas? ¿Qué sabe el Padre Celestial? ¿Qué se debe buscar primero? ¿Qué se dará por añadidura? ¿De qué no se debe tener preocupación? ¿Por qué? ¿A qué le basta cada día?
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Existen dos elementos claves que sirven para darle un adecuado sentido a toda la unidad que va desde los vv. 24-34. Por un lado, el verbo preocuparse (en gr. merimnao). Significa, en sentido positivo, tener cuidado de algo o estar preocupado. En sentido negativo puede significar estar demasiado preocupado o alarmado, estar impaciente o desasosegado, es decir, tener una preocupación desmedida. Por otro, la última frase del v.24: “no se puede servir a Dios y al dinero” junto con la frase que prácticamente cierra la sección: “busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura” (v. 33).
La comparación de servir a Dios y al dinero adquiere sentido a partir del verbo “amar” porque Mateo reserva esta actitud sólo para Dios (22,37-40); de ahí que el servicio –en la comparación- se entienda de manera indivisible pues Dios no tolera a otro dios junto a él (cf. Dt 6,4; Ex 20,3). La palabra que se utiliza para decir dinero (gr. mamonás) significa también propiedad y riqueza. Por su raíz hebrea y aramea significa “la riqueza en la que se pone totalmente la confianza” o como dice Lucas, “el dinero injusto” (16,9). Ninguna cosa puede suplir a Dios, o mejor dicho, ningún interés puede estar por encima de los valores del Dios de Jesús.
Ahora bien, el evangelio pide que el discípulo no se angustie por la comida y el vestido e introduce una razón general con una pregunta retórica – de esas que casi se resuelven por sí mismas – (“¿no vale la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”): ¡claro que sí valen más la vida y el cuerpo! Más aún, para que la preocupación por la comida y el vestido no sean desmedidas tiene que ser precisamente desde lo que vale más: la vida y el cuerpo. Así adquirirán su justo valor. A la pregunta del v. 25 le siguen otras dos (vv. 26-27) que piden dos respuestas evidentes: la persona vale más que las aves del cielo y nadie puede, a fuerza de angustiarse, aumentar un mínimo de tiempo a su vida[1]. Ahora bien, si Dios cuida de las aves del cielo “que no siembran ni recogen” ¡cuánto más cuidará de las personas que sí siembran y recogen, es decir, que sí trabajan!
El texto retoma la preocupación por el vestido e introduce otro elemento de comparación, también del campo: los lirios[2]. Ellos no hilan y Dios los viste a pesar de su caducidad inmediata pues la hierba “hoy es y mañana se echa al horno” (v. 30) ¡con más razón cuidará de las personas! Es cierto que el hombre caduca también y no puede agregarle tiempo a su vida a fuerza de preocuparse. Sin embargo, Dios lo protege.
Pero los interlocutores de todas estas palabras de Jesús, los discípulos y la muchedumbre tienen un grave problema: se mueven entre la increencia y la fe; son gente con una fe deficiente, pusilánimes (en gr. oligopistoi). Esta actitud refleja no sólo falta de confianza en Dios sino desconocimiento de sí mismo y falta de capacidad para percibir de manera adecuada la presencia de Dios[3].
La falta de fe consistiría en hacer a un lado los principios de Dios y poner en su lugar el dinero; también en el desequilibrio de valores. Incluso, entraría la angustia desmedida; lo contrario de la preocupación adecuada. Igualmente sería falta de fe desconfiar de la bendición de Dios cuando realmente se ha trabajado y caer en la actitud ingenua de pensar que por la sola preocupación o deseo se puede alargar la existencia. Sería también un signo de falta de fe si, percibiendo Dios se preocupa hasta por lo más caduco, se olvidara que especialmente velará por sus hijos.
Pero además la sola preocupación no es ya ocuparse de algo. Puede haber personas a quienes se les vaya la vida en planear pero que nunca ejecuten, que tengan buenas ideas pero nunca correctas acciones. Es contra esto que previene el evangelio pues, como decimos en nuestros pueblos, “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Pero para el evangelio no basta hacer; hay que ir al actuar desde la raíz. Y es aquí donde entra la culminación de este pasaje: “busquen primero el Reino de Dios y su justicia…” (v. 33).
Lo más cercano textualmente para comprender lo que es el Reino de Dios son las bienaventuranzas y el amplio bloque del discurso del sermón del monte (5,3-6,23). Ocuparse de que la pobreza se erradique, tener hambre de que la justicia se haga presente, actuar con misericordia y amar al enemigo es trabajar por el Reino y su justicia. Cuando el discípulo se esfuerza por la consecución de estos valores, todo lo demás (vestido, alimento…) viene por añadidura. En otras palabras cuando las personas centran su interés en los intereses de Dios lo demás viene por añadidura; no de manera mágica sino como consecuencia real.
2. Meditación
No se puede servir a Dios y a lo que se opone a él, en este caso, al dinero injusto ¿En qué nos hace pensar este convencimiento?
Analicemos nuestra fe de acuerdo a lo que enfatiza este evangelio ¿En qué nos hace reflexionar?
¿Es bueno preocuparse de manera adecuada por lo material? ¿Por qué?
¿Por qué es incorrecto angustiarse desmedidamente por conseguir algo?
No basta con preocuparse, hay que ocuparse de manera adecuada ¿Qué puedo pensar a partir de esto?
“Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todas esas cosas se les darán por añadidura”. Sigamos reflexionando esta frase.
3. Oración
Hagamos una oración en la que agradezcamos a Dios los beneficios principales que hemos recibido cada uno de nosotros y nuestras familias y comunidades.
Pidámosle que nos ayude a preocuparnos adecuadamente de nuestros problemas materiales.
Roguémosle que nos conceda esa fe que hoy hemos aprendido que en ocasiones nos ha faltado.
Pidámosle que nos ayude a convencernos de que debemos esforzarnos seriamente por los principios básicos del Reino para que lo demás venga por añadidura.
Hagamos alguna otra oración.
4. Contemplación – acción
¿Qué debemos cambiar para que ningún interés se interponga a los principios que Dios quiere que vivamos?
¿Qué podemos hacer para confiar más y efectivamente en la Divina Providencia?
¿Cómo tendría que ser nuestra preocupación para que no atente contra la Providencia al mismo tiempo que para que no nos haga atenidos y flojos?
¿Cómo debería ser nuestra fe de acuerdo a este evangelio?
[1] La expresión que utiliza aquí Mateo (en gr. elikía) puede significar tanto “edad de vida” como “estatura del cuerpo”. Lo más seguro es que se refiera a que nadie puede, sólo por preocuparse, alargar su vida. Prologar la vida es un deseo natural de todo ser humano; no así la modificación de la estatura.
[2] No sabemos a qué tipo de flores hace referencia pues el término que generalmente se traduce por “lirios” (en gr. krinon) podría referirse a cualquier flor. En todo caso se tratan de flores silvestres; no son de un jardín.
[3] Esto parece deducirse de las otras ocasiones que Mateo usa esta misma expresión. Así por ejemplo en 8,26 se señala el miedo de los discípulos en la barca a pesar de que Jesús va con ellos; en 14,31 Jesús le reprocha a Pedro que haya dudado y lo llama “hombre de poca fe”. De igual manera en 16,8 se refiere a los discípulos como “hombres de poca fe” cuando no entienden el significado profundo de la multiplicación de los panes