A penas terminó el retiro kerigmático para matrimonios y aparece una publicación en el gaudium (periódico parroquial de la arquidiócesis de León): ESTOY RECIÉN CASADO, Y SIEMPRE PELEO CON MI ESPOSA. Este tema fue una de las constantes del retiro, esas heridas, esas agresiones como pareja que tanto dañan el matrimonio, el sacramento del matrimonio es una bendición, no una maldición, ¿será que falta calidad en el noviazgo para visualizar con quién se quiere casar?. Veamos la trama del artículo:
ESTOY RECIÉN CASADO, Y SIEMPRE PELEO CON MI ESPOSA.
Viernes 11 de Febrero de 2011 por P. Jose de Jesus.
Padre José de Jesús:
Mi vida de noviazgo fue muy bonita, me la pasé muy bien con mi novia, nos conocimos suficiente, maduramos, nos divertimos, compartimos nuestra vida en las tristezas y en las alegrías, y nos enojamos algunas veces; pero todo esto lo supimos superar.
Llegó el tiempo en el que decidimos casarnos después de 4 años de un bonito noviazgo, y todo lo hicimos tan ilusionados que pensamos que iba a ser color de rosa; y de verdad así lo fue durante los primeros tres meses de nuestro matrimonio. Yo andaba, como siempre, en un sueño fantástico, pues tenía a la persona que más quería, y me sentía completamente feliz.
Sin embargo, padre, las cosas cambiaron drásticamente; cuando llevábamos apenas unos seis meses de casados, empezamos a discutir, a pelear por cosas insignificantes; pero lo que a mí más me asusta, es que no sólo es discusión, sino que yo siento dentro de mí, una especie de rabia y de coraje cuando la veo, a veces me molestan sus palabras, o algunas de sus costumbres.
La mayoría de las veces me aguanto para no entrar en conflicto con ella, pero a veces no aguanto más, y le tengo que decir lo que no me parece, y terminamos siempre discutiendo, incluso alguna vez ya hasta intentamos golpearnos.
Es más, yo a veces hasta me arrepiento de haberme casado, era más feliz cuando éramos novios.
Le agradezco su tiempo y su respuesta.
Felipe
Felipe:
Casi siempre cuando hago una presentación matrimonial, al preguntarles a los novios que si ya se conocen, ellos me responden “pues uno nunca acaba de conocerse”. Y en cierta manera es verdad. El hombre nunca va a terminar de conocerse ni siquiera a sí mismo, con cuánta mayor razón a los demás.
Considero que el tiempo que ustedes duraron de novios fue muy bueno, aunque, no por eso está garantizado el matrimonio. El tiempo es sumamente importante, pero también la sinceridad en tus pensamientos, tus palabras y tus acciones.
A veces los novios no se dan a conocer como son, por el miedo a que la pareja los vaya a rechazar, y tratan siempre de “quedar bien” aunque por dentro les queme el coraje, como lo que te sucede a veces cuando tú te contienes de decir algo.
El noviazgo requiere de tiempo, pero éste tiene que ser vivido con autenticidad y con tu personalidad, no es conveniente construir una personalidad falsa por darle gusto a la pareja.
Pero el problema es impostergable: estás casado, y dice la palabra de Dios: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, por lo que creo que debe de ser atendido con carácter de “urgente”. Parece ser que ustedes tienen aún una gran tarea: el diálogo; éste debe hacerse son mucha sinceridad. Es el reajuste que normalmente hacen todas las parejas cuando están recién casadas. A algunos les llega como a ustedes, a otros les llega más tarde, pero a fin de cuentas, la mayoría pasa por lo mismo.
Te sugiero que acudas a consejería matrimonial con algún terapeuta, con algún matrimonio o con algún sacerdote.
Finalmente, no sé con qué frecuencia acudas a la confesión, pero te sugiero también que te confieses, y si es posible, asistas a misa con tu esposa todos los días y comulguen los dos. Eso les asegurará la paz y tranquilidad interior que tanto hace falta cuando hay conflictos de esta naturaleza.
Además, procura siempre hacer oración en pareja, aunque estén enojados, nunca vayan a dormir así.
Últimamente cuando se casan las parejas, se acostumbra dar un crucifijo; si ustedes lo tienen, colóquenlo en la cabecera de su cama y diríjanse a Jesús para que los asista. La oración en pareja, hace milagros. “Haz la prueba, y verás qué bueno es el Señor”.
P. José de Jesús Ibarra Andrade
ibandrade@yahoo.com