No te sientas seguro con tu riqueza ni pienses: “¡Me basto a mí mismo!”
No te dejes arrastrar por la violencia o el deseo de tener: harán de ti su esclavo.
No digas: “¡Nadie me lo impedirá!” El Señor puede castigarte.
No digas: “¡Pequé y no me pasó nada!” El Señor se toma todo su tiempo.
No estés demasiado seguro del perdón cuando acumules pecados.
No digas: “¡La misericordia del Señor es grande, perdonará mis pecados por numerosos que sean!” Porque en él se encuentran misericordia y reprobación; su cólera se deja caer sobre los pecadores.
No tardes en volver al Señor, no lo postergues cada día más, no sea que llegue el día del ajuste de cuentas; se encenderá de repente la cólera del Señor y tú perecerás.
No cuentes con las riquezas mal adquiridas, de nada te servirán el día de la desgracia.
No te dejes llevar por la corriente, no estés en dos caminos a la vez; esto es propio del pecador que usa un doble lenguaje.
Mantente firme en tus convicciones y sé un hombre de palabra.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México