Lectio Divina, Solemnidad de Santa María Madre de Dios
María guardaba todo en su corazón
Lucas 2,16-21[1]
1. Lectura
¿Qué platicaban entre sí los pastores cuando los ángeles se alejaron?
¿De qué manera se fueron? ¿A quiénes encontraron? ¿Qué hicieron cuando vieron al niño? ¿De qué se maravillaban quienes oían a los pastores? ¿Qué actitud tomaba María? ¿Cómo volvieron los pastores? ¿Por qué?
Es muy importante captar qué era lo que guardaba y meditaba María en su corazón: leamos al menos los vv. 9-14 pues, de acuerdo a la narración, es lo que oyeron de aquel niño (v. 17): ¿Qué les pidió el ángel primeramente? (v. 10) ¿por qué no debían tener miedo? ¿Para quién iba a ser aquella inmensa alegría? ¿Quién les había nacido? ¿Quién era ese salvador? ¿Qué señal da a los pastores el ángel del Señor? ¿Qué decía la multitud celestial?
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Consideremos en primer lugar, la actitud de la Virgen María ante el gran –a la vez que senillo- acontecimiento del nacimiento del Señor. Dice el evangelio que “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19). “Guardar” tiene el alcance de “preservar”, “conservar”, “proteger”, “conservar en la memoria”, reflejando siempre cuidado y responsabilidad. Pero la Virgen María además de “guardar” estas cosas las meditaba en su corazón, es decir, buscaba captar el verdadero sentido de lo que sucedía (véase: 14,31; Hech 4,15; 17,18, entre otros). Esto no era tan fácil; el mismo evangelio se esfuerza en presentar que José y María se quedaban admirados de lo que iban descubriendo (v. 33) y desconcertados por lo que no comprendían (v. 50).
En segundo lugar tratemos de indagar qué era lo que guardaba y meditaba en su corazón. Si leemos o escuchamos con atención este pasaje del evangelio captamos que con mucha seguridad se está refiriendo a lo que ella pudo percibir. La Virgen había percibido que aquel a quien se refiere el ángel sería el Hijo del Altísimo (1,32. 35) Eso era aquel niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (2,12.16). El signo era demasiado sencillo pero no necesariamente insignificante[2]. Además, se puede suponer también que la reacción de la Virgen corresponde a los destinatarios inmediatos del nacimiento: los pastores. María meditaba y guardaba en su corazón que su hijo tuviera como primeros destinatarios a aquellos hombres, considerados por muchos, impuros e indeseables. Existe también la posibilidad de que María guardara y meditara en su corazón lo que, de acuerdo al desarrollo del relato del evangelio, le habrían contado los pastores: que el nacimiento de su hijo era una gran alegría para todo el pueblo; que aquel niño envuelto en pañales era el Salvador, Cristo el Señor.
Podríamos decir con esto que según Lucas la Virgen María es modelo auténtico de discípulo. Ella siente la responsabilidad de no olvidar la presencia de Dios manifestada en el Recién Nacido y asume la tarea permanente de captar el verdadero sentido de lo que acontece a su alrededor.
Pero no es suficiente con percibir lo que sucede alrededor; debe aprenderse a captar lo grandioso en lo sencillo y los preferidos de Dios en los humildes.
2. Meditación
Este domingo se junta un triple motivo: la solemnidad de Santa María Madre de Dios, la octava del Nacimiento del Señor y el comienzo de un nuevo año que, desde hace varias décadas, coincide con la Jornada Mundial por la Paz.
Tener memoria de lo que ha pasado en nuestra vida y querer vivir con sentido no sólo es difícil, sino en ocasiones es hasta doloroso. Sin embargo, el futuro se construye asumiendo con madurez lo que ha sucedido en nuestra vida, en nuestra historia; para repetir y acrecentar lo bueno; para evitar lo malo que nosotros mismos hemos cometido o que hemos visto y experimentado que otros hacen.
Además el evangelio insiste en que una cosa realmente importante en la vida de fe es captar en lo ordinario lo extraordinario, en lo humano lo divino, en lo sencillo lo profundo…
La actitud de María así como el significado de la presencia de los pastores pueden contribuir a la vivencia de una auténtica paz. Se construye la paz, entre otras cosas, cuando no se pierde la memoria de lo que ha sucedido; tenemos la responsabilidad de no olvidar lo bueno pero, al mismo tiempo, de saber conservar en lo que decimos, platicamos y proyectamos –sin resentimientos ni amarguras- las cosas malas que hemos ido experimentando. No olvidar lo bueno nos anima a ser siempre mejores; no olvidar lo malo nos ayuda a recapacitar. Además, si somos honestos debemos reconocer que la verdadera paz se construye sólo si estamos dispuestos a buscar el verdadero sentido de nuestra vida y de lo que sucede a nuestro alrededor. Por otro lado, la paz no se puede construir sin un auténtico reconocimiento de que todos, sin excepción, estamos en posibilidades de acercarnos al Señor, de proclamar buenas noticias.
Leamos otra vez el evangelio ¿en qué nos hace reflexionar todo esto?
3. Oración
Hagamos una oración en la que, retomando lo que hemos leído y meditado en el evangelio, le pidamos por la paz.
Démosle gracias por las ocasiones en que, como María, hemos sabido descubrir en lo sencillo, lo grandioso; alabémoslo por las veces en que hemos podido captar a profundidad, a ejemplo de la Virgen María, lo que va sucediendo en nuestra vida y a nuestro alrededor.
Pidámosle que nunca olvidemos que en lo sencillo está lo importante y que los humildes son los preferidos de Dios.
4. Contemplación – acción
¿Qué debemos hacer para cooperar en la construcción de la paz en nuestra familia, colonia, grupo o parroquia?
¿Qué podemos aprender, en qué podemos reflexionar, de qué debemos platicar más… para descubrir a Dios en lo sencillo, en lo profundamente humano?
Hagamos un propósito que nos ayude a parecernos a la Virgen María en su actitud de guardar todo y meditarlo en su corazón.
[1] Es recomendable leer especialmente desde el v. 15; lee con atención también los vv. 1-14.
[2] Curiosamente a veces lo más sencillo, es decir lo más significativo, es de lo que siempre se puede estar sacando sentido.