Más ilustraciones sobre el tempo de adviento.

Más ilustraciones sobre el tempo de adviento.

Más ilustraciones sobre el tempo de adviento.

La comunidad de San Francisco de Asís, ilustra un poco más sobre l el tiempo de adviento; el camino hacía Jesús se ha iluminado con 4 antorchas, para que no perdamos el camino, no es fácil caminarlo y sin embargo hay algo misterioso que renueva las fuerzas, que razón tienen Cristo cuando dice: “Yo soy la luz del mundo” cfr Jn 8, 12, y es necesario entender porque enciende la luz a los hombres, pues aún siendo esa luz tendemos a caminar en oscuridad y no reconocemos esa luz cfr. Jn 1, 10, por esa razón cada semana se enciende una vela para poder “ver” a quién nos busca y entonces encontrarlo, no es teoría es una verdadera proeza mantenerse en vela pues pude pasar el tiempo sin encontrar esa luz, de ahí deducimos el por qué tanto hombre somos proclives.

Adviento

UN POCO DE HISTORIA: La palabra “adviento” -adventus, advenimiento- co-menzó aplicándose a su propio significado: venida, llegada, sin ninguna refe-rencia expresa al tiempo anterior de preparación. Es un término adoptado de los acontecimientos paganos para los que se utilizaba hasta entonces: el ad-viento de una divinidad o el emperador.

La Iglesia cristianizó dicho nombre y lo aplicó la venida de Cristo, el Se-ñor, en la doble vertiente temporal y escatológica. Esto sucedía en el siglo IV, en el que hasta en entonces, durante toda la época primera, la atención, el culto y la vivencia cristiana se había centrado en único punto: la pascua.

El ¡Ven Señor Jesús! (Ap. 22, 17.20), que después se convirtió en la ad-vocación característica del adviento, formaba parte importante de la espirituali-dad cristiana bebida en aquellas celebraciones pascuales que se prolongaban durante toda la noche de la vigilia pascual en lo que, antes de apuntar el alba, se recordaba la segunda y definitiva venida de Cristo, nuevo sol sin ocaso que vencerá para siempre las sombras. Es precisamente este simbolismo de la nueva luz y el nuevo sol, que es Cristo el que determinó con toda probabilidad la aparición de nuestro adviento.

Evolución:
a) El adviento como tiempo de preparación (finales del S. IV y durante el V) era de tres semanas. La oración y la ascesis ocupan parte destacada de este tiempo.

b) La doble espera: Una dimensión fundamental se introduce en el ad-viento o preparación casi desde sus orígenes: la de la espera. Y esta es su doble vertiente: natalicia y escatológica, de Cristo que viene y del que vendrá. Es decir, la espera gozosa de la venida de Navidad apunta justamente a la ve-nida del Señor al final de los tiempos. El adviento cristiano se convierte así en la espera de alguien, Jesucristo, que reconforta con su venida nuestra espe-ranza, y la mantiene viva y expectante hasta su vuelta definitiva. Es la tensión cristiana característica y peculiar del ya sí pero todavía no.

La dinámica del adviento se convirtió en la dinámica de la historia: el ca-mino hacia la transformación total del mundo y de toda la creación hasta la manifestación definitiva de Dios y la recapitulación de todo en Cristo.

c) Restricción del significado del adviento: el adviento con este contenido no duró demasiado tiempo. En el siglo XI se reduce paulatinamente hasta que-dar limitado a la sola vertiente sentimental de preparar el nacimiento del niño de Belén. Y así permaneció prácticamente hasta el concilio vaticano II.

d) El vaticano II: ha devuelto el sentido primitivo del adviento: El adviento es como la historia misma, como la vida misma; * Es memorial del pasado, * Es misterio celebrado en el presente (encarnación y nacimiento en el hoy y ahora), *Es proyección comprometida hacia la anticipación esperanzada y go-zosa del futuro.

Hemos de distinguir en el adviento una doble perspectiva: una exis-tencial y otra cultual o litúrgica:

a) Existencial: El grito del Bautista “preparad los caminos del Señor” se traduce en una constante invitación a la vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensamos. En la medida en que nuestra conciencia de pecado es más intensa y nuestro límites e indigencia se hacen patentes ante nuestros ojos, más ferviente es nuestra esperanza y más ansioso se manifiesta nuestro deseo por la vuelta del Señor. Sólo el nos puede librar de nuestra miseria.

La invitación del Batista a prepara los caminos del Señor nos estimula a realizar una espera activa y eficaz. No esperamos la Parusía con los brazos cruzados. Es preciso poner en juego todos nuestros modestos recursos para preparar la venida del Señor.

El esfuerzo humano por contribuir a la construcción de un mundo mejor, más justo, más pacífico, en el que los hombres vivan como hermanos y las ri-quezas de la tierra sean distribuidas con justicia, este esfuerzo es una contri-bución esencial para que el mundo vaya madurándose y preparándose positi-vamente para la transformación definitiva al final de los tiempos. De esta ma-nera la “preparación de los caminos del Señor” se convierte para el cristiano en una urgencia constante de compromiso temporal, de dedicación eficaz a la construcción del mundo.

El adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo, pero la visión de nuestro mundo injusto, sembrado de odio y de discordia, nos revela su inmadurez para la Parusía final. Es enorme todavía el esfuerzo que los cre-yentes debemos desarrollar en el mundo a fin de prepararlo y madurarlo para la Parusía.

b) Cultual
La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya un hecho. Cristo sigue presente en la Iglesia y en el mundo y prolongará su presencia hasta el final de los tiempos. ¿Por qué, pues, esperar y ansiar su venida? Si Cristo está presente en medio de nosotros, ¿qué sentido tiene espera su venida?. Esta reflexión nos pone frente a una tremenda paradoja: la presencia y la ausencia de Cristo. El adviento nos sitúa, como dicen hoy los teólogos, entre el “ya” de la encarnación y el “todavía no” de la plenitud escatológica. Cristo está si. Pre-sente en medio de nosotros; pero presencia no es aún total ni definitiva. Hay muchos hombres que no han oído todavía el mensaje del evangelio, que no han reconocido a Cristo.

Lo mismo en el hondo más profundo de nuestra vida personal, la luz de Cristo no se ha posesionado todavía de nuestro yo más íntimo; de ese yo que nos parece irrenunciable. También nuestra vida personal ha de seguir espe-rando la venida plena del Señor Jesús.

En la liturgia nuestra esperanza se centra en la fiesta de la Navidad: la de la “memoria” (venida histórica), y de la venida última, de la Parusía, de la cual Navidad es “anticipación” gozosa y escatológica.

Nuestra espera no es ficción. Esperamos realmente la venida del Señor, porque tenemos conciencia de la realidad indiscutible de su venida y de su presencia en le marco de la celebración cultual de la fiesta.

La venida de Cristo efectuada en la esfera del misterio cultual, no es ple-na ni definitiva. La provisoriedad es una des sus notas característica. Solo la Parusía final tendrá carácter definitivo y total. Sólo entonces aparecerán el cie-lo nuevo y la tierra nueva de que nos habla el Apocalipsis.

Pistas de Actuación Pastoral

* El adviento no es directamente penitencial y sería equívoco plantearlo como una especie de cuaresma previa al la Navidad.

* No es algo indiferente la ambientación que se haga del lugar de la cele-bración, para ayudar a que la comunidad entre en el sentido litúrgico. El cam-bio de “decorado” es – en nuestros días- imprescindible para señalar un ritmo a la atención. No olvidemos que los fieles que participan en la asamblea son personas sometidas a cambios de decorado constantes en casi todos los aspectos de su vida.

* Conviene que, al entrar al lugar de la celebración, uno se de cuenta de que empieza en Adviento una nueva etapa dentro del ritmo de los domingos. El ambiente debería ser una serenidad especial durante este tiempo: el tono morado de los ornamentos, la ausencia de flores sobre el altar (alguna planta de interior en el presbiterio suele quedar bien), algún “poster” alusivo al adviento, o lagunas frases…

* Música: saber escoger los cantos. Recordar que no son cuaresmales.

* La figura de la Virgen, es un elemento pedagógico a destacar, pero no como Inmaculada sino como Madre. Destacar la imagen de la iglesia con flo-res, plantas, luces…todo con discreción.

* Rito de entrada: Encender la corona del adviento como significativo de toda una comunidad eclesial que se prepara para la venida. Hay que cuidar el canto de entrada. Que es creador de atmósfera, introductor y proclamador de los grandes temas de Adviento.

* La aclamación del aleluya tendría que ser la misma a lo largo de los cuatro domingos: una melodía que inspire alegría y serenidad a la vez.

* Además de repetir el himno de entrada y la melodía del Aleluya, sería también conveniente que se insistiera en otros elementos: las invocaciones del acto penitencial, la respuesta cantada a la oración universal, “cantar el cordero de Dios” durante la fracción (dejando el canto de la paz para el tiempo de Navidad).

* También la aclamación del memorial, después de la consagración, me-rece especial atención en este tiempo, que tiene un caracter escatológico muy marcado.

Acerca del autor

Temas relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.