Había también una profetisa muy anciana, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. No había conocido a otro hombre que a su primer marido, muerto después de siete años de matrimonio.
Permaneció viuda, y tenía ya ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones.
Llegó en aquel momento y también comenzó a alabar a Dios hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con él.
Permaneció viuda, y tenía ya ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones.
Llegó en aquel momento y también comenzó a alabar a Dios hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con él.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México