El perdón externado por Diego Fernández de Ceballos, refleja los deseos de los hombres.
Por Juan Revilla.
Diego Fernández de Ceballos ha sido liberado por sus captores, la negociación fue tan larga y desgastante que durante muchos días para la gente en las calles le hacía pensar que ya había muerto, muerto porque es una práctica muy común de matar al secuestrado aun pagado el rescate; el episcopado mexicano en el documento “Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna” y más específicamente en el numeral 21 se refiere al secuestro, esta actividad criminal organizada que hoy en día es muy normal que se realice y salgan airosos los secuestradores dejando una terrible huella que nunca va a ser borrada de las vidas de las víctimas, a tal punto de no volver a ser feliz por el resto de su vida por el impacto psicológico y físico recibido, el episcopado denunciaba que está actividad ha dañado y enfriado el corazón de los mexicanos que ya no se compadecen de tal situación, de esa privación de la libertad integra involuntaria y violentamente; en los penales y fuera de ellos la gente amenaza a los ciudadanos para que paguen un rescate de un supuesto secuestro de uno de sus miembros y la locura se apropia de ellos depositando las cantidades que ahora no son tan exorbitantes de $10,000.00 a $50,000.00 y resulta que no fue secuestrado dejando un daño muy intenso en su patrimonio familiar, el miedo sembrado se apodera de un México indefenso, ya no se puede tener confianza en la gente pues uno de ellos puede ser un secuestrador.
Este aspecto no es el más importante en este momento, del secuestro se han publicado cantidades exageradas de información, documentales y programas de radio y televisión, hoy fue una gran noticia porque se trataba de un miembro de la política y sí antes gastaban en guaruras los políticos para su protección, es evidente que van a redoblar su personal y su gasto que debemos de pagar nosotros los mexicanos, pues este secuestro desafió al sistema político que tantas veces minimizaron porque no habían tenido ofensa contra el sistema, pero desde ahora no van a poder dormir muy a gusto; pero no escribí este artículo para describir detalles que seguramente otros ya están comentado; el punto central son las palabras centrales que Diego Fernández de Ceballos ha pronunciado: “Ya he perdonado”, sabemos que Diego es un hombre de carácter y fortaleza, sabe hablar y negociar, tiene elocuencia y seguridad de lo que conoce, decir estas palabras: “Ya he perdonado” implica una gran profundización interior de la persona y tal vez fueron dichas de todo corazón, el externó que los días de su plagio lo llevo a reflexionar, tal vez a una conversión de vida, quizá a ser un político y abogado de la verdad; “ya he perdonado” implica una concientización única ya que el perdón no es fácil de darlo al prójimo, nunca se es demasiado tarde para poner todas sus capacidades al servicio del pueblo, Dios quiera que Diego Fernández de Ceballos sea ejemplo para muchos políticos que no quieren comportarse como dicen que creen, negando o dejando a Cristo en su casa; perdonar una práctica que se ejerce para la salvación y que Jesús en la cruz externó: “perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Que está negociación (pago del secuestro) sea un horizonte esperanzador para que en México también se negocie las condiciones del pobre, de los marginados, de los olvidados, de los que están necesitados del servicio de los demás, que este “ya he perdonado” también nosotros los externemos al gobierno, a la política, al narco y que creamos que México puede tener un mejor destino, que nuestras jóvenes generaciones redoblen el esfuerzo y el sacrificio de vivir los valores evangélicos y morales; que los deseos de los hombres de que la paz, la igualdad, la justicia no quede sólo en deseos sino en un estilo de vida, que los deseos del bien arranquen la maldad del corazón, que los deseos de vida, libere a quién oprime la libertad y sus prácticas, que los deseos de perdonar se hagan una realidad que se convierta en virtud, y que nuestra Iglesia viva los deseos de los hombres de que todos seamos uno, como Cristo es uno con nosotros y uno con el padre, y el Espíritu santo.