Lectio Divina, El reinado de Jesús, Jesucristo, Rey del universo
Lc 23, 35-43
1.- Lectura
¿Quiénes estaban mirando? ¿quiénes hacían muecas? ¿qué decían los magistrados? De acuerdo a las palabras de los magistrados ¿a quiénes había salvado? ¿Qué debería hacer Jesús si quería demostrar que él era el Cristo de Dios, el Elegido? ¿Quiénes más se burlaban de él? ¿Qué le ofrecían? ¿Qué le decían los soldados? ¿Qué decía en la inscripción que había encima de Jesús?
¿Qué hacía uno de los malhechores? ¿Qué le pregunta? ¿Qué le exige? ¿Qué hizo el otro? ¿Qué le reprocha a su compañero? Según este malhechor ¿por qué están ellos sufriendo? ¿Jesús ha hecho algo malo? ¿Qué le ruega a Jesús? ¿Qué le responde Jesús?
Lee con atención los vv. 44-46: ¿Qué sucedió con el velo del Santuario? ¿Cuáles fueron las últimas palabras de Jesús antes de morir?
________________
Para comprender mejor este evangelio digamos, en primer lugar, que el personaje principal de este relato no es el ladrón sino Jesús en la cruz. Es decir, este texto no nos quiere transmitir una enseñanza sobre el buen ladrón sino sobre el alcance redentor de la obra del Señor. Además, Lucas nunca menciona el término ladrón (en gr. lestés) para referirse a los que fueron crucificados con Jesús; utiliza el término malhechor (en gr. kakourgos, también tiene el significado de villano, criminal)[1]. Por tanto, sería absurdo tomar como tema principal de este evangelio a uno de los criminales que fueron crucificados con Jesús; el texto presenta a Jesús reinando precisamente cuando todos (al menos los que estaban cerca de la cruz) pensaban que habían fracasado.
En segundo lugar tomemos en cuenta la variedad de personajes y sus reacciones. El pueblo es espectador. El pueblo en esta última parte del evangelio de Lucas aparece con frecuencia y con una variedad de actitudes; así, por ejemplo, el pueblo aparece escuchando a Jesús (19,48; 21, 38; ver también 24,19), es enseñado por Jesús (20,1. 9. 45), pueden reaccionar ante un atentado contra sus creencias (vv. 6. 19), le sirven de defensa –aunque inconscientemente- a Jesús (v. 26; 22,2); el pueblo no se escapa de las catástrofes (21, 23); Jesús es presentado, en boca de los sumos sacerdotes, soliviantando al pueblo (23,5; ver también v. 14); el pueblo es convocado por Pilado junto con los sumos sacerdotes y magistrados (23, 13). Hay dos citas especialmente importantes: en 23, 18 el evangelista, pudiendo utilizar el término “pueblo” para señalar a quienes gritaban que soltaran a Barrabás y quitaran de ahí a Jesús, usa una palabra que equivale a “gentío” o “muchedumbre”. Además, en el v. 27 dirá que, junto con algunas mujeres, una gran multitud del pueblo seguía a Jesús. Desde esta perspectiva para el tercer evangelista el pueblo representa a un tipo de personas que aunque habían escuchado a Jesús, le habían servido de defensa para que no lo agarraran los jefes religiosos y hasta lo habían seguido en el camino de la cruz, al final sólo eran espectadores.
Llama la atención también la actitud de los soldados: se acercaban a él y le ofrecían vinagre (v. 36); la sospecha de los soldados al suponer burlonamente que él es el rey de los judíos se confirma en la indicación de que había un letrero encima de Jesús que decía: “este es el rey de los judíos”; el mismo Jesús se reconocerá como Rey ante las palabras del malhechor. Sin embargo, son dos conceptos totalmente diferente: para los soldados ser rey es bajarse de la cruz (salvarse a sí mismo); en cambio, para Jesús, reinar significa entregar la vida por todos.
Los magistrados hacen muecas, burlándose de Jesús, de modo semejante a los soldados exigen que se manifieste como el Cristo de Dios, el Elegido salvándose a sí mismo (v. 35). Ambos, los soldados y los magistrados dicen cosas ciertas; de hecho Jesús era el Elegido, el Cristo de Dios, el rey de los judíos; el problema es que ellos quieren que Jesús se manifieste como a ellos se les antoja, o peor aún, como les conviene a sus intereses.
La otra reacción es la de los malhechores. El primer malhechor cae en el mismo juego de los magistrados y soldados queriendo que se manifieste como el Mesías (el Cristo) salvándose a sí mismo y, de pasada, a ellos. El evangelista ha aprovechado el momento para introducir, en boca del segundo malhechor una catequesis brevísima sobre la inocencia de Jesús: él no ha hecho nada malo (v. 41). Es este segundo malhechor quien introduce el desenlace del evangelio al sospechar que Jesús es el salvador; el problema era que él pensaba que no sería para ese momento. Sin embargo, las palabras de Jesús dejan claro que su entrega de la vida garantiza la salvación no sólo para sino desde hoy. El presente no agota la salvación pero sí la acoge para que se vaya preparando la definitiva.
Llama la atención que al contrario de los magistrados, el pueblo y los soldados que no reconocen a Jesús, lo haga uno de los malhechores. Desde el comienzo se había dejado claro en el evangelio que Jesús acogía a todos sin excepción (5,29-32); su comportamiento correspondía al del Padre (15, l-32); ahora, en la cruz Jesús al entregar la vida, todos – especialmente los que más necesitan de su eficacia salvadora- comienzan a ser partícipes.
Desde lo anterior podríamos decir que el evangelio quiere remarcar tres aspectos, entre otros:
Jesucristo es rey porque entrega la vida e incluye a todos. De este modo, el reinado de Jesús se entiende por lo que hizo y al mismo tiempo por los que alcanzó su acción.
Las personas que escuchaban o leían este evangelio tenían el riesgo de imaginarse el reinado de Jesús a su antojo o, peor aún, de acuerdo a sus propios intereses.
Por último, existe el riesgo de ser espectadores del reinado de Jesús en lugar de sus colaboradores.
2. Meditación
Celebramos la fiesta de Cristo Rey ¿en qué me hace reflexionar este evangelio sobre el reinado de Jesús?
En muchas ocasiones medimos nuestro trabajo sólo por lo que hacemos y no por las personas a las que llegamos ¿podemos decir que trabajos por el Reino si lo que hacemos no tiene como principales interlocutores o destinatarios a los más desprotegidos, a los más alejados?
¿En qué me hace reflexionar este evangelio respecto al riesgo de ser sólo espectador del Reino de Jesucristo?
¿Qué me dice este evangelio respecto de los peligros de manipular la manera de comprender el Reino de Jesús?
¿En qué me hace pensar que Jesús es Rey porque entrega su vida en plenitud y por todos?
3. Oración
Demos gracias a Dios por los signos de su Reino que descubrimos cada día.
Pidámosle que nos perdone por las ocasiones en que hemos sido sólo espectadores del compromiso de muchos hermanos nuestros; que nos perdone también las ocasiones en que hemos pretendido manipular su reinado para que coincida con nuestros intereses; arrepintámonos de las ocasiones en que hemos pretendido trabajar por el Reino pero sin tomar en cuenta a las personas más desprotegidas, lejanas o alejadas.
Roguémosle que nos ayude a comprender que Jesucristo es Rey porque entregó su vida plenamente y por todos, especialmente, por los más desprotegidos.
4. Contemplación – acción
Revisemos nuestra familia, parroquia, colonia… ¿en qué urge que pongamos más empeño los cristianos para que el Reino de Dios se vaya haciendo presente?
Sin duda trabajamos mucho como cristianos. Pero ¿a quiénes beneficia o favorece nuestro apostolado? Si descubrimos que llegamos poco o casi nada a los más desprotegidos es el momento de corregir.
¿En qué momentos de nuestra vida hemos sido sólo espectadores del compromiso de otros?
¿Qué podemos hacer para involucrarnos más en la transformación de nuestra familia, parroquia, lugar de trabajo…?
[1] Mc 15,27 y Mt 27,44 se refieren a ellos como ladrones; Lucas, en cambio, ha preferido identificarlos como malhechores.