Luego efectuó una colecta que le permitió mandar a Jerusalén unas dos mil monedas de plata para que se ofreciese allí un sacrificio por el pecado.
Era un gesto muy bello y muy noble, motivado por el convencimiento de la resurrección.
Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos.
Pero él presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México
*del v.43-45. B de Jerusalen del 43-46.