Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos,
no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones,
para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente;
iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos,
y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa,
que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos,
por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero.
Sometió todo bajo sus pies y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia,
que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo.
Biblia Latinoamericana/ se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México