TEMA 7: AYUDA MUTUA:
Frente a los grandes desafíos sociales: justicia y solidaridad.
OBJETIVO: Fundamentar en Jesucristo la vida en comunidad; para
fomentar los valores que promuevan la ayuda mutua en orden a
construir en nuestra patria una nueva conciencia y cultura de justicia
y solidaridad.
NUESTRA EXPERIENCIA
Lee con atención el siguiente cuento:
El viejo de la montaña
Se cuenta que una antigua república, muy floreciente en otro tiempo, estaba cayendo en la ruina.
Los narcotraficantes abundaban por todas partes, la violencia, asesinatos, corrupción, la impunidad,
sobornos en todos los ambientes sociales, la desintegración familiar, divorcios, y adulterios, la juventud
desorientada, el desempleo, la inseguridad muy común. Todo era muy frecuente, en fin, una sociedad
descompuesta y decadente, falta de valores…
Los partidos políticos solamente les importaban sus intereses partidistas y ante dicha realidad eran
apáticos e indiferentes.
“Los diputados y senadores se reunieron en una asamblea extraordinaria y urgente, junto con el señor
Presidente de la República” para dar desesperadamente los medios y volver seguridad y esplendor a
la sociedad decadente.
Todos dieron muchas propuestas, pero todas eran inadecuadas o de imposible ejecución, por su falta
de unidad.
Al fin se decide preguntar al “viejo de la montaña”, ese hombre que hace años se había retirado en
silencio a llevar una vida solitaria.
El viejecito escucha con atención los diversos proyectos, después toma la palabra y dice: “Amigos, sus
sugerencias son buenas, pero no corrigen el mal de raíz, dentro de algunos años tendrán que
comenzar de nuevo…”
Entonces saca por ahí una manzana podrida, la pone sobre la mesa, y después de haberla aplastado
con el puño, añade:
“Miren la manzana está podrida, pero las semillas son todavía sanas, salvemos éstas y tendremos
después nuevas plantas y buenos frutos”…
Ahora comenta en tu grupo:
¿Cuáles son los problemas más difíciles que enfrenta tu comunidad actualmente?
¿Quiénes y cómo se han tratado de solucionar?
¿A quién representaría el Viejo del cuento en tu comunidad?
¿Cuáles son las semillas que todavía están sanas en tu comunidad para salvar la situación?
NUESTRA VIVENCIA DE FE
“Iluminen al mundo con la luz del Evangelio reflejada en su vida” (Flp 2,15)
Al estar celebrando en nuestra Patria el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la
Revolución, valoramos las acciones de muchos hombres y mujeres que con sus virtudes, e incluso sus
defectos, han participado decididamente en su construcción y desarrollo. La Iglesia siempre ha estado
presente en la historia nacional y ahora es un momento propicio para evangelizar la conciencia, el
comportamiento y la cultura de nuestro pueblo.
Debemos reconocernos como criaturas partícipes de una realidad mucho más amplia que las visiones
individualistas, relativistas y egocéntricas que prevalecen. Existimos en el cosmos y en la historia por
un designio creador de Dios que es Padre y no una simple energía impersonal. Regimos nuestra vida
en armonía con toda la creación encontrando la plenitud en Jesucristo, a quien hemos aceptado y ha
dado un nuevo horizonte a nuestra vida.
Todos como Iglesia, debemos colaborar para vivir la fe al servicio del mundo transformando sus
estructuras a la luz de las exigencias del evangelio.
Nuestros obispos en la Carta Pastoral: Conmemorar nuestra Historia desde la Fe en el n. 116 nos
dicen: “solamente bajo la lógica de la justicia, la caridad y la verdad, seremos capaces de colaborar en
la construcción de una sociedad solidaria y fraterna que supere los límites que nos caracterizan,
comenzando por la consolidación de la democracia y el fortalecimiento de las instituciones”.
Seguimos encontrando en el México actual manifestaciones de un profundo respeto a la vida, una gran
estimación por la familia, un sentido de hospitalidad y de fiesta en nuestra existencia que manifiestan
una profunda religiosidad. Desde esta conciencia debemos renovar nuestra comprensión de la realidad
y promover el desarrollo y la paz.
Es necesario pues comprometernos a:
A) Potencializar el papel de la familia en la construcción de la paz. La familia, como comunidad
educadora fundamental e insustituible, es “vehículo privilegiado para la transmisión de aquellos valores
religiosos y culturales que ayudan a la persona a adquirir su propia identidad.” La identidad de los
hombres y mujeres, promotores de la paz y la justicia, de la solidaridad en la sociedad, se forja en la
familia.
B) Educar para la legalidad. Hacer conciencia sobre la dimensión ética de toda actividad humana. La
legalidad tiene su motivación radical en la moralidad de la persona, por ello, primera condición para
desarrollar el sentido de la legalidad es la ética, como condición fundamental e irrenunciable de la
persona. La actividad humana carente de ética no puede edificar, ni pacificar ningún pueblo. (…) Sin
ética en la vida campea el oportunismo y la corrupción, nosotros proponemos una ética racional,
coherente con el humanismo del evangelio y orientada a alcanzar la paz.
NUESTRO COMPROMISO
ACTUAMOS
El Episcopado Mexicano, en su Carta Pastoral, Conmemorar nuestra Historia desde la Fe, nos dice:
“Ante la realidad que nos apremia en el tiempo presente, proponemos a todos los sectores que
conforman nuestra sociedad asumir tres prioridades fundamentales en el camino de nuestro desarrollo
como Nación:
Queremos un México en el que todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de
la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y
la solidaridad.
Queremos un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su
dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral y de calidad para
todos.
Queremos un México que viva reconciliado, alcanzando una mayor armonía e integración en
sus distintos componentes sociales y con sus diferentes orientaciones políticas, pero unificado
en el bien común en el respeto de unos y otros (117).
Para hacer posible esta nueva realidad, necesitamos que cada uno y cada una de nosotros mexicanos
(as) asumamos como realidad cotidiana, en todo lo que hacemos, aún en las cosas más pequeñas,
una decidida actitud positiva de responsabilidad, de compromiso firme y real de llevar a cabo aquello
que ayude a construir, a unir, a fortalecer, a realizar unas familias más integradas, una sociedad más
reconciliada y una patria más solidaria.
La solidaridad implica la exigencia de reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a los hombres
y a los grupos sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del crecimiento
común, compartido por todos (Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 194). Es decir, todo
aquello que nos lleve a desgastarnos por el bien del otro, a buscar por todos los medios el
entendimiento, superando todo individualismo y particularismo.
NOS PREGUNTAMOS:
Y nosotros ¿qué podríamos hacer para ayudar a fortalecer nuestros valores o corregir nuestros errores
para construir una sociedad más justa y solidaria?
Cuando decimos: “queremos ser buenos mexicanos”, ¿Qué entendemos con ello? ¿Alguien que grita:
¡Viva México!, y agita la bandera, para luego ofender, robar y pisotear la dignidad de sus hermanos
mexicanos?
¿Queremos ser patriotas que llenen de la Palabra del Evangelio, que llenen con ese amor de la Virgen
de Guadalupe, patrona de nuestra libertad, todos los espacios donde el mal se ha apoderado
comenzando desde nuestras familias?
¿Cómo vencer el individualismo y esa actitud negativa de, “cada quien que le haga como pueda”?
Demos espacio a la reflexión personal o grupal, para caer en la cuenta de nuestra propia
responsabilidad.
CELEBRAMOS
Hagamos oración por nuestra Patria especialmente en estos días, que al hacer memoria del
Bicentenario de nuestra Independencia y Centenario de la Revolución, nos ayude Nuestro Padre
Dios y Santa María de Guadalupe a comprometernos por vivir y trabajar cada día en nuestra vida por
impulsar los valores por los que se luchó en esos acontecimientos.
ORACIÓN POR LA PAZ
“El mundo no anda mal por la maldad de los malos,sino por la apatía de los buenos”
(Juan Pablo II)
Señor Jesús, Tú eres nuestra paz,
Mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en Ti, nuestro pueblo tenga vida digna. AMÉN.
Terminamos con la oración de los hijos de Dios que Cristo nos enseñó: Padre Nuestro… y una
oración a nuestra Madre Santísima: ¡Oh Señora mía, oh Madre mía