II.- Lectura orante de la Palabra. ¡Qué dicha poder encontrarnos con nuestro Dios a través de su Palabra! ¡Cuánta fe debemos tener para convencernos que Dios nos habla personalmente en su Palabra: Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo ! ¡Cuán dóciles debemos ser a los impulsos del Espíritu Santo que es el que inspira cada una de las palabras de la Escritura! Cuando nos ponemos en contacto con la Escritura debemos experimentar el soplo del Espìritu que hay en ella como cuando experimentamos la suave brisa de un día fresco y venteado. ¡Cuánta familiaridad debemos tener con la Escritura para experimentar la certeza de su Palabra: Los juicios de YHWH apetecibles más que el oro, más que el oro más fino; sus palabras más dulces que la miel, más que el jugo de panales ! Quien es superficial y no busca en la Escritura al Señor solo encontrarà en ella unos relatos màs o menos edificantes. Por lo tanto, una verdadera lectura bìblica implica la seriedad humana de quien se sabe en el camino de la fe. Decir esto significa aceptar la ìntima relaciòn que existe entre la Escritura y la fe, entre la Escritura y la oraciòn. ¿Què lugar ocupa la Escritura en la experiencia cristiana, especialmente en el àmbito de la espiritualidad? ¿Què relaciòn media entre la Palabra de Dios y la oraciòn?
III.- Recepción frecuente de los sacramentos, principalmente de la Reconciliación y de la Eucaristía. El primero para purificarnos continuamente y poder pronunciar el nombre de nuestro Dios con labios puros y santos . El segundo para que, con la recepción frecuente del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos transformemos en Él, según la promesa que nos hizo: El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él . ¡Qué sublime realidad la que se realiza en este sacramento: Mis obras son obras de Cristo; y las obras de Cristo son obras mías! O más claro: lo que yo hago lo hace Cristo; y lo que Cristo hace lo hago yo. Con certeza absoluta podemos afirmar: Somos carne de su carne y hueso de sus huesos .
IV.- No puedo dejar de mencionar la capacitación que deberán tener los discípulos misioneros que se vayan a dedicar a cualquiera de las dimensiones de esta Pastoral. Esta capacitación, impartida en forma de catequesis, deberá ser impartida de una manera excelente, tomando como base su única fuente: el misterio de Cristo, léase Sagrada Escritura.
2.- Es importante puntualizar lo mencionado en relación a D.A. No. 386: Si nuestra predicación y nuestra liturgia no se concretizan en el ejercicio del amor, corren el riesgo de convertirse en anuncio de ideologías y en celebración de rituales vacíos. A este respecto cito textualmente el No. 28 de la Carta Apostólica MANE NOBISCUM DOMINE de Juan Pablo II, 2004: Hay otro punto aún sobre el que quisiera llamar la atención, porque en él se refleja en gran parte la autenticidad de la participación en la Eucaristía, celebrada en la comunidad: se trata de su impulso para un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna. Nuestro Dios ha manifestado en la Eucaristía la forma suprema del amor, trastocando todos los criterios de dominio, que rigen con demasiada frecuencia las relaciones humanas, y afirmando de modo radical el criterio del servicio: ‘Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos’ (Mc 9,35). No es casual que en el evangelio de Juan no se encuentre el relato de la institución eucarística, pero sí el ‘lavatorio de los pies’ (cfr. Jn 13,1-20): inclinándose para lavar los pies a sus discípulos, Jesús explica de modo inequívoco el sentido de la Eucaristía. A su vez, san Pablo reitera con vigor que no es lícita una celebración eucarística en la cual no brille la caridad, corroborada al compartir efectivamente los bienes con los más pobres (cfr. 1 Cor 11,17-22.27-34).
¿Porqué, pues, no hacer de este año de la Eucaristía un tiempo en que las comunidades diocesanas y parroquiales se comprometan especialmente a afrontar con generosidad fraterna alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo? Pienso en el drama del hambre que atormenta a cientos de millones de seres humanos, en las enfermedades que flagelan a los Países en desarrollo, en la soledad de los ancianos, la desazón de los parados, el trasiego de los emigrantes. Se trata de males que, si bien en diversa medida, afectan también a las regiones más opulentas. No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (cfr. Jn 13,35; Mt 25,31-46). En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones litúrgicas.
3.- Posteriormente, nuestro señor Arzobispo menciona en su presentación el compromiso que asumimos desde la promulgación del Plan Diocesano de Pastoral, en la Primera Etapa: ‘Impulsar la evangelización integral para que alcancemos una fe capaz de transformar el mundo con criterios de justicia y solidaridad’.
Voy a hacer una breve reflexión sobre la ‘fe’. Una virtud tan frecuentemente mencionada, tan poco comprendida y menos vivida. Dentro de tantas definiciones de ‘fe’ que pudiera dar, prefiero describir lo que es la ‘fe’ en lugar de tratar de definirla.
Fe es la experiencia de Dios en nosotros y en todo lo que nos rodea. Por la fe participamos en la vida de Dios. Por la fe nos convertimos en hombres nuevos: tenemos una nueva manera de ver a Dios y al mundo que nos rodea; vemos todas las cosas como Dios las ve. La fe es el fundamento de toda la vida sobrenatural. La fe es la participación en el pensamiento de Dios, pensamos como Dios piensa. Gracias a la fe puede producirse una transformación total de nuestra forma de ver, pensar, sentir y vivir: Nosotros tenemos la mente de Cristo . La fe cambia nuestra mentalidad, nos obliga a colocar siempre a Dios en un primer plano; a preocuparnos porque toda nuestra vida esté orientada hacia Él, y a interpretar el mundo a la luz divina. Entonces todos nuestros juicios, valoraciones, deseos y expectativas, se iluminan con esa luz. Esta virtud alcanza su plenitud en el amor.
A la luz de la fe todo lo que sucede en nuestra vida, y en particular las cosas difíciles, es un precioso talento, por el que hay que dar gracias a Dios, y del que se nos va a pedir cuentas. A la luz de la fe, la salud es un talento, pero también es un talento padecer enfermedades; y en cada caso Jesús nos preguntará: ¿qué es lo que hiciste con este talento?, porque se puede desperdiciar tanto la salud como, aún más, la falta de ella. Todo es un don, y el talento también lo es.
Los talentos pueden tener mucho o poco valor. Si algo te sale bien, si has conseguido algo, sin duda has hecho uso de un talento; pero si no te sale algo, estás ante un talento aún más valioso. Los fracasos son tesoros inapreciables que te han sido dados en la vida. Y hay que dar gracias a Dios por los fracasos porque en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman .
En este sentido qué precioso el testamento de Santa Bernardita:
Te doy gracias por la pobreza en que vivieron papá y mamá,
Te doy gracias por los fracasos que tuvimos,
Te doy gracias por la bofetada y ofensas recibidas,
Te doy gracias por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y estupidez,
Te doy gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses elegido,
Te doy gracias porque mamá murió lejos,
Te doy gracias porque la madre superiora anunció que no sirvo para nada,
Te doy gracias porque la madre maestra dijo: Nunca le den lo que necesita,
Te doy gracias por haber sido privilegiada en la indicación de mis defectos y que las otras hermanas pudieran decir: “Qué bueno que no soy Bernardita”…
Esta es la fe de los santos a la que estamos todos llamados a vivir. Esta es la fe que rendirà frutos en nosotros y en nuestros hermanos. Esta es la fe que transformarà al mundo con criterios de justicia y solidaridad.
¡Hasta la pròxima! Oremos unos por otros.
Tema de la siguiente semana:
‘Deus Caritas Est’: Nùm. 1.