La dura lucha del pueblo de la Biblia contra los dioses es otro lado de la lucha contra el sistema explotador que se legitimaba con este tipo de religión. La insistencia en los varios dioses llevaba a la centralización del poder en manos del rey. La insistencia en el único Dios llevaba de nuevo a la participación del poder en manos del pueblo. Si Dios es uno solo, entonces todos somos iguales.
Séptima característica: Dios al servicio del pueblo
Antes: Sistema de dioses al servicio del rey
Después: Dios único al servicio del Ser Pueblo
La dura lucha del pueblo de la Biblia contra los dioses es otro lado de la lucha contra el sistema explotador que se legitimaba con este tipo de religión. La insistencia en los varios dioses llevaba a la centralización del poder en manos del rey. La insistencia en el único Dios llevaba de nuevo a la participación del poder en manos del pueblo. Si Dios es uno solo, entonces todos somos iguales. Por eso la fe en el único Dios es necesariamente liberadora de toda forma de discriminación social o racial.
Fe en el único Dios (Ex 15,1-21; 2 Sam 2,1-10; Jue 5,1-32). Estos tres textos cuentan tres cánticos de victoria, alcanzada con la ayuda de Dios. Ellos muestran la eficacia de la fe en el único Dios para derrumbar al sistema opresor de los reyes de Canaán y para crear una sociedad igualitaria. Otros textos de gran profundidad son los siguientes:
1. Isaías, 40 al 55, escrito en el tiempo del cautiverio. Refleja el punto más alto del Antiguo Testamento.
2. Deuteronomio, 1 al 11, trae una apasionada exhortación al pueblo para comprometerse nuevamente con el único Dios y con su ley. Estamos alrededor del año 640 antes de Cristo, tiempo de reforma, anterior al cautiverio.
3. 1 Reyes, 18, 1-46, en donde se describe una lucha concreta entre el único Dios y los falsos ídolos, conducida por el profeta Elías en el Monte Carmelo. Elías luchó contra la vuelta del sistema opresor de los reyes de Canaán. Cuando en la Biblia se dice que Dios es uno solo, eso no debe ser entendido, en primer lugar, como afirmación numérica, en el sentido “Dios uno”, sino en el sentido de exclusividad: “Para el pueblo, Dios es solo éste, el que se presentó como Yavé, Dios liberador!”. Este Dios Yavé (que todavía es nuestro Dios) es distinto de los otros dioses. El se comprometió con este proyecto y lo garantiza. Quien tenga el coraje de comprometerse con El, no tendrá vida fácil, pues habrá de luchar contra todas las formas de opresión. Amar a Dios es lo mismo que amar al prójimo como a uno mismo, dirá Jesús más tarde, resumiendo en pocas palabras toda la ley y los profetas. Este Dios se presenta como el esposo del pueblo, esposo fiel. El confía que su novia, el pueblo escogido, le sea fiel y luche por una nueva sociedad, contraria a la de los reyes de Canaán.
La fe en el único Dios es el punto central de la Biblia. Es en el pueblo que lucha por una convivencia justa y fraterna donde Dios puede ser encontrado. Es ahí donde aparecen los rasgos de su rostro. Su presencia en medio del pueblo es la raíz última de la alegría, de la esperanza y de la libertad humana. A través de Jesús, El dice: “¡Sin mí nada pueden hacer!”. Su presencia fiel y amiga, percibida en la vida, devuelve al oprimido su conciencia de gente y crea ahí, al margen de la sociedad opresora, el espacio para un nuevo comienzo, para una nueva creación. El es la luz de la vida humana. Quien no lo conoce, vive tranquilo sin El; quien lo conoció ya no puede imaginar la vida sin El. Y su vida será una búsqueda continua de este Dios. La búsqueda de Dios, concretamente, tomará la forma de una lucha por una sociedad igualitaria y fraterna. La pregunta más seria que el cristiano se debe hacer todos los días es esta: “¿En qué Dios creo yo?”.
Octava característica: culto al servicio del dios de la vida y la historia
Antes: Culto para justificar el sistema del rey
Después: Culto al servicio de la vida y la historia
En el sistema anterior, el culto era centralizado en manos de los sacerdotes. De esta manera el culto era un medio poderoso para mantener el sistema. En el sistema igualitario del pueblo de Israel, el culto no es monopolio de los levitas. Los jefes de familia presiden el culto. El papel de los levitas no es tanto el de ejercer el culto, sino el de interpretar la voluntad de Yavé y de animar al pueblo. En este servicio ellos no consiguen acumular poder. Más tarde, cuando la monarquía hace su entrada, el sacerdocio se apodera del culto y lo usa al servicio de los intereses del rey. Moisés, que era de la tribu de los levitas, era más profeta que sacerdote del culto.
El culto de los reyes de Canaán era dedicado a los ídolos. En él se narraban los mitos de la creación del mundo y posibilitaba, así, el acceso de los clientes de los dioses a la acción creadora, símbolo de la estabilidad del “statu quo” mantenido por los reyes, llamados hijos de dios. El acceso al dios se hacía por el rito, ejecutado dentro del rigor casi mágico de las normas litúrgicas. El culto en Israel, aunque seguía el mismo esquema del culto en general (religiosidad popular), tenía un contenido radicalmente distinto. Cuando el pueblo de la Biblia se presentaba delante de Yavé para celebrar su presencia, la gente narraba la historia, recordaba los hechos que habían provocado el cambio de la opresión hacia la libertad. Así se hacía posible el acceso del pueblo a la acción creadora, símbolo de la transformación y del cambio, expresada en el nuevo proyecto de vida igualitaria. Y el rito del pueblo no era un simple rito, sino que era la expresión del compromiso renovado con Dios a través de la observancia de la ley y de los mandamientos. El texto del Ex 24, 1-11 describe la conclusión de la Alianza y el nuevo compromiso del pueblo en el culto. Otras descripciones de la Alianza se pueden ver en Jos 24, 1-28; Ex 34, 1-35; Jos 8, 30-35. Se puede decir que la mayor parte de la Biblia nació de la preocupación de no olvidar la historia, las raíces del pueblo, y de contarla en el culto. La Biblia, en su todo, era la memoria colectiva en donde el pueblo encontraba su razón de ser, su identidad, su raíz que era y es Yavé, Dios presente en la historia.
Novena característica: Sacerdotes al servicio del pueblo
Antes: Sacerdotes latifundistas al servicio del sistema faraónico
Después: Sacerdotes sin tierra, al servicio del pueblo
En la distribución de las tierras, la única tribu que no recibe tierra es la tribu de los levitas, la tribu sacerdotal. Así se impide que el poder de liderazgo de los sacerdotes se convierta en factor de acumulación de tierras y de bienes. El sacerdocio debe ser un servicio al pueblo en nombre del único Dios y, por consiguiente, las tribus deben mantener a los levitas a través del sistema de diezmo y a través de una parte de los sacrificios (Núm 18,20; Dt 18,1-18; Núm 35,1-8).
La legislación bíblica sobre los levitas (tribu sacerdotal de Leví) es compleja, confusa y hasta medio contradictoria. Pero hay algunos puntos que reaparecen siempre. En primer lugar, los levitas no reciben tierras; más tarde reciben algunos poblados o ciudades para vivir en ellos. Su herencia no es la tierra, sino que es Yavé y el servicio a Yavé y al pueblo. En Núm 8, 5-26 se dice que la tribu de Leví fue puesta aparte para quedar en el lugar de los primogénitos, muertos en la salida de Egipto. Todo pertenece a Dios. Para expresar esta pertenencia del pueblo a Dios, los levitas son consagrados a El. Ellos son el pueblo representado delante de Dios y debían transmitir al pueblo los mandamientos de Dios. Guardaban la ley y velaban por su observancia (Dt 33,8-11). En el sistema de los reyes de Canaán y de Egipto, los sacerdotes eran ricos y poseían tierras. Por eso mismo estaban interesados en mantener y en usar la religiosidad del pueblo para impedir el cambio. En Israel, los levitas no pueden tener tierras y son pobres. Muchas veces el levita aparece en la fila de los necesitados, junto con los huérfanos, con las viudas, con los pobres y los extranjeros.
En el momento en que los sacerdotes se olvidan del sentido profundo de su misión, pueden convertirse en dominadores de la conciencia del pueblo. Y eso de hecho ocurrió. Ellos empezaron a tener el control del vaivén de la fe entre Dios y el pueblo. Aquello que debía ser servicio se volvió dominio. Regresó así el estado de opresión contra el cual Moisés (que era de la tribu de Leví) se había rebelado. La legislación del Deuteronomio hizo un gran esfuerzo para renovar el sacerdocio.
Pero no lo logró. Vino el cautiverio y lo perdieron todo. Después, con la reconstrucción del templo, volvió la tentación de dominar; dominar a Dios y dominar al pueblo. Jesús entra en el templo, derrumba las mesas y dice: “Mi casa es una casa de oración para todos los pueblos. ¡Pero ustedes hicieron de ella una cueva de ladrones!”.
Es peligroso ser hombre del culto, porque él maneja un poder muy grande, que puede ser usado para “hacer el mal y hacer el bien, para matar y para salvar” (ver Mc 3, 1-6).
4. Jesús viene a realizar el Proyecto de Dios
a. Los profetas mantienen la esperanza
Todo esto era más o menos el “Proyecto de Dios”, tal como intentaron realizarlo durante 200 años, desde 1250 hasta 1050 antes de Cristo. Es algo único en el mundo antiguo. Como ya se dijo, el “Proyecto” reposaba sobre la flaqueza. Siempre fue muy grande la intención de volver atrás, de volver al antiguo sistema. Al fin la tentación de Adán venció a Abrahán. Abrahán siempre es amenazado, por dentro y por fuera, por el Adán que siempre de nuevo quiere levantar la cabeza. La primera señal de que la Alianza o el “Proyecto” estaba fallando era la aparición de gente empobrecida en el seno del pueblo. El pobre, por el simple hecho de existir y de ser un “empobrecido”, acusa a todos y se convierte para el Pueblo de Dios en una denuncia que viene del mismo Dios.
Los profetas supieron captar la “voz de Dios” escondida en el “clamor de los pobres”. Pero todo indica que las fuerzas sociales, económicas y políticas, contrarias al Proyecto, fueron más fuertes y llevaron a la desintegración lenta y progresiva del pueblo hasta llegar a la destrucción de Jerusalén en el 587 antes de Cristo. Vino entonces el cautiverio. Después del cautiverio intentaron reconstruir el ideal perdido, bajo el estímulo de Isaías 40 al 66. Con todo, la tentación del poder y del saber impidió su realización.
Cuando Jesús vino, El se hizo portavoz de la denuncia del Padre, presente en el clamor de los pobres, y anunció para ellos la nueva Alianza, el Reino.
b. La esperanza de los pobres se realiza en Jesús y en las comunidades.
Para realizar su Proyecto, Dios no envió a uno cualquiera, sino que envió a su propio Hijo. Jesús, el Hijo de Dios, realizó la promesa del Padre, trajo la liberación para el pueblo y anunció a los pobres la Buena Nueva del Reino de Dios.
La predicación de Jesús no gustó a todos. Los doctores de la ley, los fariseos, los sacerdotes y los saduceos imaginaban la venida del Reino de Dios como una simple inversión de la situación, sin cambio real en el relacionamiento entre los hombres y entre los pueblos. Es decir, ellos, los judíos, dominados por los romanos, se quedarían por encima y se harían los señores del mundo, mientras que los romanos, que estaban por encima, quedarían por debajo.
Pero no era así como Jesús entendía el Reino del Padre. El quería un cambio radical. Para El, el pueblo tendría que ser un pueblo de hermanos serviciales y no un pueblo dominador, servido por los otros pueblos (ver Mt 20,28).
Jesús empezó este cambio: se puso al lado de los pobres, de los marginados por el sistema de los judíos; denunció este sistema como contrario a la voluntad del Padre y convocó a todos para cambiar de vida (ver Mc. 1,15).
Los poderosos, sin embargo, no lo quisieron. Sólo los pobres y los pequeños comprendieron y aceptaron el llamamiento de Jesús (ver Mt 11,25). Lo que era buena noticia para los pobres, era mala noticia para los poderosos, pues el Evangelio que Jesús trajo exigía de ellos que abandonaran sus privilegios injustos y que dejaran sus ideas de grandeza y de poder. Por eso rechazaron el llamado de Jesús y lo mataron en la cruz con el apoyo de los romanos.
Jesús murió como un pobre marginado. ¡Murió gritando! ¡Y Dios, que escucha el clamor de los pobres, escuchó el grito de Jesús y lo resucitó! El Padre, creador de la vida y del mundo, intervino y enseñó de qué lado estaba El. Usando su poder creador, sacó a Jesús de la muerte.
Animados por este mismo poder de Dios que vence la muerte, los seguidores de Jesús, los primeros cristianos, organizaban su vida en pequeñas comunidades, vivían en comunión fraterna, lo tenían todo en común y no había necesitados entre ellos (ver Hch 2,42-44). Así, la vida nueva, prometida por los profetas del Antiguo Testamento y traída por Jesús, apareció a los ojos de todos en la vida de los primeros cristianos.
Los primeros cristianos se convirtieron en “la carta de Cristo”, reconocida y leída por los hombres (ver 2 Cor 3,2-3). En la vida comunitaria de los primeros cristianos, sostenida por la fe en Jesús vivo en medio de ellos, es donde apareció una muestra bien clara del Proyecto que el Padre tenía en mente cuando llamó a Abrahán y cuando decidió liberar a su pueblo de Egipto.
En otras palabras, Jesús trajo la clave para que el pueblo pueda comprender el verdadero sentido de la larga jornada del Antiguo Testamento. Los primeros cristianos, usando esta clave, lograron abrir la puerta de la Biblia y supieron entender y realizar la voluntad del Padre.
5. Contestando algunas dificultades
¿No es este Proyecto algo demasiado lindo? Uno se queda con dudas. ¿Consiguió aquel pueblo realizar una sociedad igualitaria sin opresión?. ¡Es que hoy ocurre exactamente lo contrario! Cuando la gente comienza a luchar por una sociedad justa y fraterna, lo que aparece es flaqueza, duda, sufrimiento, división, violencia. ¿Será que Dios está realmente al lado de los oprimidos? Pues, cuanto más ellos luchan por una vida mejor, más se les da duro, más sufren. Y, aparte de eso, ¿en dónde se encuentra todo esto en la Biblia? Alguien dijo “Yo leo la Biblia y no encuentro nada de este Proyecto tan lindo”. ¿O es que usted forzó la cosa e interpretó el texto de acuerdo a su conveniencia? ¿Se trata de algo real o es tan sólo un deseo suyo que no tiene base en la Biblia?. Ciertamente no es fácil releer la Biblia en esta perspectiva.
Se podría contestar así: la Biblia debe ser leída con la “cabeza”, con el “corazón” y con los “pies”. !Los pies son importantes! La Biblia apareció como fruto de un caminar: sólo cuando ponemos nuestro pies en el mismo camino que ellos, podremos darnos cuenta de la totalidad del mensaje que la Biblia nos da a nosotros. Y su caminar era el siguiente: un pueblo oprimido que, en nombre de su fe en Dios, se metió en una práctica liberadora para crear una convivencia humana igualitaria y así realizar el Proyecto de Dios, la voluntad de Dios.
Volviendo al tema del Proyecto de Dios, pensé: “¡Qué bueno que el Proyecto sea lindo! Pues, uno no se mueve ni entrega la vida por algo de poco valor”. Además, creo que el pueblo de la Biblia jamás logró realizar totalmente el Proyecto. Aquel pueblo hizo un largo recorrido en dirección al objetivo, eso sí. Sintieron el gusto, experimentaron la posibilidad, bebieron el aperitivo. Aunque no llegaron a almorzar.
Lo más sabroso de una fiesta es su preparación cuando la asumen todos. El pueblo de la Biblia vio el fruto muy de cerca; casi lo consiguen. Se quedó la muestra gratis, realizada a lo largo de aquellos 200 años de intensa lucha, de sufrimiento, de amenaza, de duda, de desafío, de flaqueza, de retroceso, de división. Pero una certeza quedó: “¡El Proyecto es posible!”. Se quedó el estímulo permanente, grabado en la memoria del pueblo, como una vela cuya luz brilla aún más intensamente cuando las tinieblas invaden la casa. Lo que la Biblia quiere transmitir a las futuras generaciones, y también a nosotros que creemos en el mismo Dios, es esto: la voluntad de Dios es que su pueblo se enganche en una lucha por la justicia y por una sociedad igualitaria, en donde todos puedan vivir como hermanos. Dios mismo se comprometió con este ideal y El pone su poder, su amor, su presencia fiel y su justicia exigente a la disposición del hombre que cree en esto.
Pero en una sociedad organizada a partir del egoísmo, de la codicia y del amor al lucro, el amor y la justicia sólo pueden existir crucificados. En una sociedad como ésta, la fuerza de la vida y del Dios de la vida no se revela en el poder de los opresores que aplastan la vida, sino que se revela en la vida crucificada que, pese a todo, resiste a la opresión. Esta vida aplastada, sufrida pero combativa, revela el poder, la fidelidad, la presencia y la justicia de Dios que resucita la vida a partir de la muerte hacia una vida nueva y fraterna. Y la tierra de los hombres, ya sin la pirámide, podrá organizarse en fraternidad. Nadie será aplastado en la nueva ciudad. Todo se darán las manos en viva unidad. El camino para la Resurrección pasa por el Calvario. ¿Será que me hice entender? Bueno, para entenderlo mejor quizás hace falta mirar la vida del pueblo oprimido: la respuesta está ahí. Cuando se quiere profundizar el Proyecto de Dios en la Biblia hay que recordar otra cosa: la Biblia no es un libro de recetas sociales, económicas, políticas o pastorales.
Tampoco es un conjunto de doctrinas. Ella es la historia de un pueblo. Nació de la preocupación de aquel pueblo por no perder su memoria. Lo que quería era tener siempre presente las maravillas que Dios había realizada para él y por medio de él. Estas maravillas eran recordadas y celebradas en el culto. El culto era el lugar en donde el pueblo refrescaba su memoria, realimentaba su conciencia y renovaba su compromiso con el Proyecto de Dios. Por eso en la Biblia no se narran los hechos en forma de un programa o de un planeamiento eficiente, sino en forma de historia, de alabanza, de agradecimiento o de compromiso. Y de acuerdo con la variedad de las situaciones en que el pueblo se encontraba, la gente contaba las mismas historias de una forma diferente. Releía su pasado de acuerdo con las exigencias del momento presente para que en cada época el pueblo tomara conciencia del llamado del único Dios, vivo y verdadero, presente en medio del pueblo.
En la Biblia, los puntos básicos del Proyecto de Dios están ahí, desparramados y mezclados, como ladrillos viejos en una pared nueva.
Lo que intentamos hacer en este folleto fue juntar los ladrillos y ordenarlos.
Carlos Mesters