) Algunos piensan que estas lágrimas a las que se refiere Jesús en esta Bienaventuranza, son las del que llora sus pecados. Por ejemplo las de Pedro (Mateo 26, 75; Lucas 22, 62). Esto es verdad pero no es todo ni lo más hondo.
TERCERA BIENAVENTURANZA
“Felices los que lloran, porque el Padre los consolará”
“¡Recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío!”
(Salmo 55, 9).
Esta bienaventuranza, como la segunda, se encuentra tam¬bién reflejada en las palabras de Jesús “Venid a mí todos los que estáis fatigados (kopiontes) y agobiados, y yo os daré descanso (anapáusin]” (Mateo 11, 25-30).
1. El llanto de Jesús
1) Algunos piensan que estas lágrimas a las que se refiere Jesús en esta Bienaventuranza, son las del que llora sus pecados. Por ejemplo las de Pedro (Mateo 26, 75; Lucas 22, 62). Esto es verdad pero no es todo ni lo más hondo. Porque el modelo de las lágrimas bienaventuradas es Jesús. Y Jesús no lloró por sus propios pecados sino por los ajenos, especialmente por los de Je¬rusalén y de su propia casa y pueblo.
2) Si observamos cuándo llora Jesús y por qué, compren¬deremos mejor cuál es el llanto bienaventurado al que se refiere. Aparte del episodio de la muerte de Lázaro, donde Jesús llora (Juan 11, 35) y que nos lo muestra conmovido por su afecto de verdadero hombre y amigo, vemos a Jesús llorando sobre Jerusa¬lén, conmovido por su amor de verdadero israelita pero también de verdadero Dios: “Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Si también tú conocieses en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita” (Lucas 19, 41).
3) Jesús está llegando a Jerusalén para su Pasión y sabe lo que le espera, sin embargo, su corazón no está ocupado por su I propia suerte sino por la de la ciudad que lo va a rechazar y por
cuya salvación viene a ofrecerse. La carta a los Hebreos nos lo presenta como intercediendo con llanto y lágrimas por los pecadores: “El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente” (Hebreos 5, 7).
4) Así se comprende la escena del Vía Crucis: a las mujeres que lloran a su paso, al vedo cargado con su Cruz rumbo al calvario, les corrige el motivo del llanto, confiándoles lo que a Él le aflige más que su propia Pasión: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque I llegarán días en que se dirá: dichosas las estériles y las entrañas que no engendraron y los pechos que no amamantaron. Y dirán a los montes: ¡caed sobre nosotros! Y a las colinas ¡cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?” (Lucas 23, 28-31).
2. Los justos sufrientes
5) Los justos que lloran, los piadosos afligidos (penthoun¬tes), ya eran conocidos en el Antiguo Testamento que los llama: oniyyim, término cercano al que ya hemos visto anawim, pobres. Oniyyáh, designa la aflicción que produce la pobreza y el despo¬jo de los inocentes que sólo tienen a Dios por defensor y a Él se acogen confiadamente pidiendo justicia en su inocencia avasalla¬da. “Si quieres servir al Señor, prepara tu alma para la tribula¬ción”… “porque en el fuego se purifica el oro y los que aman a Dios en el horno de la humillación” (Eclesiástico 2, 1. 5). La historia de Ruth es un ejemplo de que los antepasados del Mesías fueron pobres y afligidos.1
6) En el Nuevo Testamento se trata primero de María y de los Apóstoles a los que la Pasión va a separar de Jesús y más tar¬de de los cristianos, que padecerán persecuciones hasta su veni¬da gloriosa. “seréis odiados de todos por causa de mi nombre” (Marcos 13, 13) “Pero cuando os lleven para entregaros no os preocupéis de qué vais a decir; sino hablad lo que se os comu¬nique. Porque no seréis vosotros los que hablaréis sino el Espíri¬tu Santo” (Marcos 13, 11).
3. Serán consolados por Dios
7) A esta aflicción y llanto propio de la vida cristiana, que acompañará a los discípulos y que es propia de los hijos del Pa¬dre en un mundo que tiene por padre al demonio Cuan 8, 44) se le promete el consuelo que da Dios mismo, enviando su Espíritu Santo.
8) “Serán consolados” se dice en griego paraklethésontai, del verbo parakaleo, consolar, que es la acción del Espíritu San¬to “consolador”, o Paráclito.
9) Las promesas contenidas en las Bienaventuranzas son expresadas en voz pasiva: “serán consolados”, “se les dará”. Es¬tas expresiones son modos bíblicos de expresarse, son hebraís¬mos reverenciales que evitan, usando la voz pasiva, nombrar a Dios como agente de la acción. Hay que traducidas como: “Dios los consolará, el Padre, el Espíritu Santo consolador, los consola¬rá”. Y lo mismo hay que decir en cada una de las Bienaventuran¬zas que siguen.