¿Quién es ese ser extraño, misterioso que camina por este mundo y no pertenece a él; que perdona los pecados y él mismo es pecador; que lleva a Dios las miserias humanas y trae a los hombres las riquezas de Dios; que no es padre natural, según la carne, y puebla el cielo de almas?
¿QUIEN ES EL SACERDOTE?
Quiero partir este retiro con esta cita de un escritor francés: “Siempre que asisto a una misa quedo sobrecogido pensando en ese hombre misterioso que se confunde en el altar con Dios. Lleno de temblorosa admiración se me doblan las rodillas e inclino la cabeza hacia el suelo. Me parece recibir un torrente de luz sobre mi alma. Me siento transportado a un mundo sobrenatural. Busco al hombre y encuentro sólo al ministro de Dios” (PAUL CLAUDEL).
¿Quién es ese ser extraño, misterioso que camina por este mundo y no pertenece a él; que perdona los pecados y él mismo es pecador; que lleva a Dios las miserias humanas y trae a los hombres las riquezas de Dios; que no es padre natural, según la carne, y puebla el cielo de almas? El, que parece inútil, y sin embargo, el más necesario. Está junto a nosotros cuando nacemos, derramando el agua bautismal; adultos, nos acompaña en la peregrinación de esta vida; moribundos, nos asiste en los últimos momentos de nuestra vida. El sólo da luz, consuelo, esperanza, alegría al corazón. Camina sin hacer ruido por temor a estorbar, mas donde haya una lágrima que enjugar o una herida que curar, él detiene su paso y por encima de la angustia hace que brote un retazo de cielo.
¡Eso serás tú! ¿No te llena de gozo profundo?
C.L. san Juan 15,16
Petición: Señor, dame la alegría por haber sido llamado por Ti; y dame la seguridad de que al elegirme me darás las fuerzas para ser fiel.
Fruto: renovar la decisión de ser sacerdote según el corazón de Dios.
1) SOY ELEGIDO POR DIOS:
Elegido significa señalado por el dedo de Dios, llamado personalmente por El. Significa un amado con predilección por Dios, un haberse enamorado de mí. Significa un haber pensado en mi nombre y apellido. Significa un dotarme con unas cualidades específi-cas. Significa un comprometerse conmigo para la gran empresa de la salvación de los hombres. Significa un separarme de este mundo para poderme hablar al corazón y abrirme sus sueños e ilusiones. Ni tú ni yo somos capaces de elegir al Señor.
Elegido significa también un haberse Dios fiado de mi pequeñez, de mi impotencia, de mis defectos, a fin de darme su gracia potente, cambiarme y hacerme su sacerdote.
Elegido con profundo respeto de mi libertad, pues El sólo atropella con el amor, nunca con la violencia. Me ha pedido permiso para entrar en mí y poder El, a través de mi persona, seguir salvando a este mundo, consolando a los hombres, iluminando las conciencias, sanando corazones. ¿Le he dado mi vida o me la reservaré para mí mismo?
¿Qué exige?
Esta elección exige una respuesta libre y amorosa, un salir decidido de mi tierra, un desprenderme a fondo de mis anteriores elecciones y un ponerme a disposición absoluta del que me ha elegido: ¿Qué quieres de mí?
2) Es un consagrado
Se consagra un cáliz, una Iglesia para uso exclusivo de las cosas de Dios; si lo emplean para otra cosa sería profanación.
Con la elección me viene la consagración: Cristo reviste mi humanidad, me eleva, me dignifica y me consagra para uso exclusivo de El y de sus cosas. Por eso, al ser consagrado mis gestos, mis palabras, mis actitudes no deben ser ya profanos, mundanos. Todo lo que toco deberá quedar exorcizado y bendecido.
Los rasgos de un consagrado son estos:
Hombre de Dios: un consagrado es el amigo, el íntimo de Dios, la parte más amada de su Corazón, que se empapa de Dios en la oración; se transforma, se divi-niza…hasta desbordar a Dios por todos los costados, de forma que pueda dar a Dios en cada movimiento de su alma y cuerpo, en la mirada de sus ojos, en las palabras de sus labios…Todo en este hombre consagrado reviste un carácter sagrado de Evangelio, de palabra divina, de mensaje de Dios.
Hombre de Dios significa hombre espiritual, hombre de sagrario, de vida interior profunda. Dios tiene derecho, como Creador, a exigir de nosotros esta especie de pertenencia exclusiva. El sacerdote tiene siempre la puerta para ser recibido en audiencia por Dios.
En el trato con las almas debemos reflejar que somos consagrados, hombres destinados a usos divinos; debemos reflejar que hemos estado con Dios, que transpiramos a Dios. ¿Cómo no despedir destellos de luz divina, quien está casi todo el día dedicado a mirar el sagrario?
Hombre de caridad: el consagrado tiene que tener un corazón lleno de los sentimientos de Dios, tiene que amar lo que Dios ama y como Dios ama. Tiene que tener un corazón del tamaño y de las dimensiones de Dios.
El consagrado no ha congelado su amor. Al contrario, ama más, mejor, más cosas, más seres, con un corazón indiviso, limpio, íntegro, desprendido, sin escoria de egoísmo.
Hombre de cruz: consagrados para ayudar a Cristo a llevar su cruz, poniendo mis espaldas para que El recueste ese madero pesado, hecho con todos los pecados de los hombres. Y al mismo tiempo, hombre de cruz para prestar mis manos y recoger las cruces que los hombres han tirado y llevármelas yo, para que estos hombres se salven. Yo actualizo en mi cuerpo la locura de la cruz.
Cristo vino a morir para darnos vida. El sacerdote actualiza este sacrificio mediante la consagración en los tres votos, auténtica muerte lenta a este mundo para
que este mundo, a su vez, tenga vida a través de nuestra muerte. Al celebrar su misa el sacerdote toma la cruz del Calvario con Cristo todavía pendiente en ella, y la coloca en la ciudad en que se celebra esa misa y en todas las ciudades del mundo.
Con la cruz y desde la cruz expiamos nuestros pecados y los pecados de los hombres.
3) SOY ENVIADO
Consagrado para ser enviado, no para quedarse quieto y gozar egoísticamente de las delicias del Corazón de Jesús.
Enviado como lo fue Moisés. Enviado como embajador para decir el mensaje de Dios, no el nuestro. Si algo valemos es porque llevamos un mensaje de dimensiones divinas. Y hay que predicar este mensaje íntegramente, sin recortes, sin fisuras, con fidelidad, pero con mucho amor y comprensión, sin imponer.
Enviado, pues hay muchos Zaqueos, Samaritanas que hay que salvar. Muchos ciegos a los que dar la vista. Mucha mies ya lista para la siega. Muchos enfermos. Muchos tullidos en el alma. Muchos jóvenes que te esperan para que les des una palabra de aliento y les hables de Dios.
Enviado, es decir, testigo y signo viviente de Dios. Sacramento de Cristo, es decir, signo eficaz entre los hombres. El sacerdote es Cristo difundido y comunicado.
El enviado es reflejo, signo, prueba y presencia del que le envía. Es Evangelio, buena nueva, palabra salvífica
Conclusión:
Ante todo esto, sólo nos queda: AGRADECER, ADMIRAR, RESPETAR ese don que llevamos en nosotros y que no es nuestro y no es para nosotros. Es un don para para este mundo, para la Iglesia y para la Legión.
Al mismo tiempo, debemos ser fieles hasta el final.