10) El destierro, crisol de la fe de Israel
Objetivo
Darnos cuenta que el castigo del destierro o exilio no es la última palabra de Dios para su pueblo, sino que se convierte en una purificación y en un llamado a la esperanza de la salvación que empieza a realizarse desde el momento en que el pueblo vuelve a su tierra. En ese retorno humilde Dios va preparando la plenitud de los tiempos y la alianza nueva y definitiva.
Introducción
El año 587 es clave en la historia del antiguo pueblo de Dios. Con la entrada de Nabucodonosor en la ciudad santa, con el derrumbamiento de las murallas de Jerusalén y la destrucción del templo termina una etapa de la historia de la salvación.
El desastre es de tales dimensiones que podría haber significado la destrucción plena de Israel como pueblo, el final de su esperanza. Ninguna catástrofe de la historia ha significado tanto, sin embargo, para el futuro de un pueblo como esta destrucción, y el destierro que le siguió.
El destierro de los judíos a Babilonia se escalona en tres etapas, que coinciden con otras tantas rebeliones contra Nabucodonosor. En el año 597, Nabucodonosor deportó a Joaquín… y llevó cautivos.. a la madre del rey, a sus eunucos, a los grandes de la tierra, a todos los hombres de armas, a los carpinteros y herreros. Es una medida prudencial para impedir la rebelión.
En el año 587, después de la toma y destrucción de Jerusalén, Nabuzerdán, jefe de la guardia, llevó cautivos a los que habían quedado en la ciudad, de los que se rindieron al rey de Babilonia, y al resto de la gente, fuera de algunos pobres que dejó, como viñadores y labradores (2 Reyes 25, 11-12).
Un año más tarde, el 582, hay una tercera deportación, probablemente como represalia por la muerte de Godolías, el gobernador puesto por Nabucodonosor sobre Judá.
El número global de los deportados no era excesivamente elevado en sí: entre 10.000 y 20.000 –fueron desterrados todos los que representaban algo en la vida política, económica, social y religiosa del pueblo– la Biblia puede hablar con razón de que toda Judá “fue llevado cautivo lejos de su tierra” (2 Reyes 25, 21). No se les pueden considerar prisioneros de guerra, aunque no fueran plenamente libres. Parece haberse respetado sus costumbres y hasta se les permitió alguna manera de vida religiosa (Ezequiel 8, 1; 33, 30s).
El anuncio del destierro.
Conforme el pueblo se iba apartando de la alianza pactada con el Señor, los profetas iban haciendo ver que Dios los castigaría con la maldición, con la pérdida de la tierra y de la independencia (Miqueas 3, 12; Habacuc 1, 5-11). Fue el profeta Jeremías quien anunció de una manera muy clara que Dios castigaría las infidelidades del pueblo por medios de Babilonia (Jeremías 1, 13-16; 4, 6; 25, 1-13), y en concreto por medio de Nabucodonosor (Jeremías 25, 9).
La crisis de fe en el pueblo
La destrucción de Jerusalén con el destierro constituye humanamente hablando el fin de Israel. Todas sus seguridades se han venido abajo. El trono de David ha sido deshecho. El templo, morada de Yavé, incendiando. Jerusalén, la ciudad santa, ha sido destruida.
Un cúmulo de preguntas oprimen el corazón angustiado del pueblo. ¿Dónde está la palabra de Yavé? ¿Dónde las promesas al trono, a la ciudad y al templo? ¿Dónde están las victorias de Yavé? ¿Qué es su poder en relación a los dioses de Babilonia que le han vencido? ¿No será mejor estar a bien con ellos que con Yavé que se ha mostrado impotente para salvar hasta su propia casa? Todo esto y más el pueblo se lo hecha en cara a Jeremías.
¿Qué se ha hecho de la justicia de Dios? El pueblo ha perdido la fe y está perdiendo la esperanza. ¿Dónde están las promesas de Yavé? “Andan diciendo: se han secado nuestros huesos, ha fallado nuestra esperanza, estamos perdidos” (Ezequiel 37, 11). Israel está sintiendo en toda su crudeza el silencio de Dios.
La crisis estaba justificada. El momento histórico es de una trascendencia inmensa. Es el fin de una época, cuando todo lo anterior falla y aún no se ve con claridad el esplendor del futuro. Lo admirable es, sin embargo, que cuando todo parecía perdido, de la misma crisis surge más pujante aún la fe de Israel. El destierro se muestra así como una prueba dolorosa que purifica la fe del pueblo de Dios. Aquello que tenía que haber sido el fin se convierte, en los planes de Dios, en una maravillosa renovación, en un nuevo y mejor principio.
Sentido del destierro
El pueblo no está desamparado ante la crisis. Le han sido dados intérpretes que respondan a sus angustiosas preguntas, portavoces de la palabra de Dios para esos momentos de prueba. Jeremías al principio, Ezequiel en el mismo destierro, y el segundo Isaías al final, descubren al pueblo el sentido del mismo.
El destierro no ha sido improvisto. Desde los momentos fundacionales del pueblo, al comprometerse con Yavé en alianza y suscribir las bendiciones y las maldiciones de la misma, el castigo aparecía siempre en lontananza, al menos como una terrible posibilidad. Los profetas se han encargado de recordárselo.
El destierro tiene una causa
El pecado, la infidelidad, el destierro se habría podido evitar, si el pueblo hubiera reconocido su pecado, si se hubiera convertido a Yavé, si hubiera practicado el derecho y la justicia. Pero ha endurecido su corazón y ha preferido seguir su propio camino, camino que desemboca inexorablemente en la perdida del don que Yavé se había comprometido a dar: la posesión de la tierra.
El destierro tiene una finalidad
Purificar al pueblo de las desviaciones de su fe. Israel se había instalado en la tierra que Yavé le había dado como en su patria definitiva. Había puesto su seguridad en instituciones materiales aunque fueran de orden religioso: la ciudad, el trono y el templo.
Las instituciones ya no llevaban al pueblo a Dios. Para que el pueblo pueda nuevamente encontrarse con Dios es necesario que se vea desamparado, que le fallen todas esas seguridades. Para eso el destierro, en que tierra, ciudad, trono y templo hunden.
Junto a este aspecto de juicio, los profetas descubren al pueblo un sentido positivo, de salvación. Con motivo del destierro, en efecto, el pueblo reflexiona sobre su pasado y esta reflexión le lleva a adquirir conciencia de su propio pecado, al reconocimiento, aceptación y confesión del mismo. Este es el primer paso hacia la conversión: ¡Yacemos en nuestro oprobio, y nos cubre nuestra vergüenza! Porque hemos pecado contra Yavé nuestro Dios, nosotros y nuestros padres desde nuestra juventud, hasta el día de hoy, y hemos desoído la palabra de Yavé nuestro Dios (Jeremías 3, 25).
Yavé no espera, Él es el que da el primer paso en busca del desterrado para restablecer la alianza con Él. De esta manera, gracias a la conversión del pueblo movido por Yavé, el destierro se convierte en un nuevo comienzo más glorioso aún que el antiguo. El orden antiguo a muerto; y la presencia de Yavé es garantía de que el destierro desembocará en una nueva vida: será una nueva creación, como una resurrección de entre los muertos (Ezequiel 37), como un nuevo éxodo, más maravilloso que el primero (Isaías 43), que desembocará en una nueva alianza más perfecta, más pura que la primera, porque se basará en el perdón de los pecados (Ezequiel 36, 25-30), en el conocimiento y la aceptación de Dios (Jeremías 31, 31-34). De esta manera, el destierro, que humanamente tenía que haber significado el fin, se convierte, por obra de Yavé, en un nuevo comienzo, más glorioso que los anteriores, en una más maravillosa salvación.
Israel ha sido puesto en el mundo, para convertirse en la prueba de Yavé entre las naciones (Isaías 43,10), en la fuente de salvación para ellas, por voluntad de Yavé: Así habla Yavé; el que creó los cielos, el Dios que formó la tierra… No he hablado yo en secreto en un oscuro rincón de la tierra… Reuníos, venid, acérquense juntamente los sobrevivientes de las naciones…No hay Dios justo y salvador fuera de mí. Vuelvan a mí y serán salvados, confines todos de la tierra (Isaías 45; 42, 10-13; Tobias 13, 1-8).
Una retribución que, en los planes de Dios, es siempre de vida, de salvación: ¿Quiero yo acaso la muerte del pecador, dice el Señor Yavé, y no más bien que se convierta de su mal camino y viva? (Ezequiel 18, 23).
Un nuevo problema es el dolor: el destierro hace descubrir a Israel que el dolor puede adquirir un valor redentor, ya que a través de él el pueblo sale a la nueva vida. Esta función redentora del dolor se expresará con enorme claridad en la profecía del “Siervo de Yavé”, expuesta en la segunda parte del profeta Isaías; la restauración del pueblo será obra de un personaje humilde. Su misión es universal, dolorosa: será menospreciado, como siervo, abominado de las gentes, esclavizado por los soberanos (Isaías 42, 7); herido, abofeteado, injuriado (Isaías 50, 6), hasta el punto de que queda maltrecho y desfigurado (Isaías 53, 1-3). Él sin embargo no va forzado sino que acepta y se ofrece a la muerte, como un servicio al pueblo, en sustitución y en beneficio del mismo pueblo.
El destierro, Hoy
El destierro, con lo que supone de crisis y de purificación, conserva siempre actualidad. La Iglesia, en efecto, peregrina en el mundo, puede en ocasiones instalarse en él olvidando su misión, buscando su seguridad en lo humano (estado, instituciones, leyes, privilegios).
Como experiencia religiosa, el destierro conserva actualidad para el cristiano. Este, en efecto, aunque se halle situado ya en la plenitud de los tiempos, peregrina aún lejos de la patria, en la oscuridad de la fe, sometido a la prueba, al dolor que puede ser en el purificador, redentor, como lo fue en Jesús de Nazaret, en quien se cumple el anuncio del Siervo de Yavé, que ofrece voluntariamente su vida a favor del pueblo, para redención de sus pecados (Marcos 10, 32-34; 43-45).
BIBLIOGRAFÍA
Rubio Luis. El Misterio de Cristo en la Historia de la Salvación, Sígueme, Salamanca 1991.
Junco Garza Carlos. La Palabra nos Congrega, Paulinas, México 1989.
Buenas tardes.
Ante saludarles y desearle muchas bendiciones Padre.
Me alegra enormente contar con una pagina como esta ya que nos permite acercarnos a las verdades de la Iglesia y conocer mucho acerca de la Revelación que Dios ha hecho a la humanidad y que encargo a nuestra madre la Iglesia para que sea nuestra guia en todo esto.
Padre tambien quisiera tener el resto de lecciones acerca de este curso: Curso historia de la salvación: VI parte: Los profetas y el destierro: P. Jorge Alberto Limón Cerecedo.
Gracias, Dios y la Virgen le bendigan siempre…
hermosa pagina me gusta,pues nos permite conocer mucho a serca de la revelacion de dios anuestra madre que es la Iglesia..