El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono elevado y alto, y el ruedo de su manto llenaba el Templo.
Por encima de él había serafines. Cada uno de ellos tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies y con las otras volaban.
Y gritaban, respondiéndose el uno al otro: “Santo, Santo, Santo es Yavé de los Ejércitos, su Gloria llena la tierra toda.
Los postes de piedra de la entrada temblaban a la voz del que gritaba y la Casa se llenaba de humo.
Yo exclamé:
¡Ay de mí, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros y vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al rey, Yavé de los Ejércitos!
Entonces voló hacia mí uno de los serafines. Tenía un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas,
tocó con él mi boca y dijo:
“Mira, esto ha tocado tus labios, tu falta ha sido perdonada y tu pecado, borrado.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico . Asamblea Eucarística. México