Los comienzos de un predicador. II parte.
Por Juan Revilla
Eran aproximadamente casi las 8.00 pm, cuando unos pasos presurosos se escucharon por el pasillo de un costado de la parroquia, la gente discretamente volteó su cabeza para ver de quién se trataba, no lo conocían, quizá sea alguien que busque información, ¡quién sabe! Se decían entre sí. Se trataba de Raúl el nuevo integrante del ministerio de evangelización, un hombre de 55 años cuyo oficio era el de ser un maestro de universitarios, formador de jóvenes promesas en la oratoria; sus pasos de detuvieron ante una puerta pequeña donde alguien muy sonriente le da la bienvenida, se trata de Eduardo aquel predicador que en unas platicas pre bautismales había comenzado hacer amistad con él, le dio un abrazo muy fuerte y lo invitó a que tomara asiento, estaban comenzando un momento de oración, se estaban integrando los demás compañeros y se iban sumando a la oración.
Termina la oración y el coordinador los saluda a todos, sus ojos se detienen ante los de Raúl, ¡que tal!, ¿cómo te sientes?, ¿listo para empezar a trabajar?, asintió Raúl con la cabeza, comenzaron hablar de los asuntos de un retiro en puerta, se empezó a planear el mismo, todos hablaban con naturalidad de los temas, el coordinador le dijo a Raúl públicamente, ¡te tengo un regalo!, pensó ¿será dinero?, o ¿algún premio por el retiro que tome?; el coordinador sacó de su portafolios un pequeño libro amarillo que decía: “retiro de evangelización kerigmática” y le aseveró: desde este momento, este pequeño librito va ser parte de tu vida.
Se comenzó a distribuir los temas a los predicadores y casi Raúl les gritaba ¡a mí!, cosa que no sucedió, todos en sintonía se ponían de acuerdo en hora, domicilio, como se iban a trasladar, detalles que aunque insignificantes eran los punto finos del retiro; terminó la reunión y no fue invitado, su corazón latía fuerte, sentía que su experiencia de tantos años en preparar a esos jóvenes les sería de muchísima ayuda, a parte el fuego que traía después del retiro lo consumía, lo quemaba, quería predicar y decirles a todos la experiencia que había tenido con Jesús, sin embargo sólo le dijo a Eduardo: oye dile al coordinador bajita la mano, que me tome en cuenta para los retiros, cualquier tema que me de lo puedo preparar, Eduardo sonrió ampliamente y le dijo: calma mi amigo, todo a su tiempo.
Pasaron 3 meses y para Raúl era un martirio el que no le dieran tema, pero esa noche el coordinador dijo: para los más nuevos va a comenzar un pequeño curso de formación de predicadores y vamos a orientarlo a cerca de los aspectos más relevantes, uuufff, por fin la gran oportunidad, ya verán cómo se hace esto, el librito ya se lo estaba devorando por su cuenta y hasta había imaginado dando el tema, finalmente el coordinador le dijo a Raúl: observa cómo lo hace Eduardo porque quizá el mes siguiente ese tema tu lo vas a dar, no podía ocultar más su alegría y dijo: cuenta con ello, no te fallaré.
Llegó el día del retiro y le tocó el turno a Eduardo, sonreía Raúl sin perder movimiento alguno de Eduardo, hasta los errores que el consideraba que tenía, la contundencia de la predicación estaba causando inquietud en algunos de los oyentes, que sacudían las cabezas como para permitir, asimilar lo que les estaba proclamando, algunos agachaban la cabeza con la mirada hacía el piso, ¡vaya predicación! de ese día.
Si, llego la hora esperada, Raúl con ansias esperaba que se repartieran los temas, de pronto su nombre apareció entre los predicadores, el ambiente se lleno de un intenso calor, el mismo que había proclamado Eduardo y este le dijo: lo que gustes hermano de ayuda, claro que Raúl dijo: oh si, gracias, pero por dentro se decía: te voy a sorprender amigo Eduardo, ya lo veras.
El momento esperado se cumple, estaba Raúl ante aquellos oyentes y comenzó con su mensaje elocuente, voz de tenor que a sus 55 años era loable, manejo de manos y expresón corporal en su punto, estaba ensimismado en él, que cuando miro al lado izquierdo, observó a un caballero que bostezó con toda displicencia, ¡ahh, a mí no se me duermen!, mueve sus ojos y ve a dos platicando, intercambiando ideas, no, eso no se hace mis muchachitos pensó, y para rematar ve que unos se les veía cara de aburrimiento, ante todo eso, el tema se le fue haciendo muy pesado, anhelaba ya terminar, no podía soportar tal actitud de estos que no aprecian lo bueno.
Al terminar, el coordinador, sólo lo miro, Eduardo no se a cerco a él y una gran soledad aún habiendo tanta gente sintió respirar, de repente a solas broto el llanto, y se dijo: ¿Por qué me siento tan infeliz?, ¿en que falle?, casi me lo aprendí todo y ¿cuál fue el resultado?, oyó unos pasos que se acercaban a él, era Eduardo y le dijo: ánimo no estuvo mal, aprenderás, Raúl mordió su dignidad y le pregunto: ¿en que estuve mal?, Eduardo le dijo: te lo voy a decir porque lo preguntas, predicaste a un Dios muerto, nunca le diste vida a la predicación con su palabra, a través de la sagrada escritura y cuando lo hiciste lo citaste por tramite, no porque lo comprendieras, ni lo desearas.