Pero al cabo de un tiempo el torrente se secó, porque no caía más lluvia en el país.
Le fue dirigida entonces una palabra de Yavé:
Levántate, anda a instalarte en Sarepta, en la región de Sidón. He dado órdenes allá a una viuda para que te alimente”.
Se levantó y partió para Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, había allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: “¿Quieres traeme un poco de agua en ese cántaro para que yo beba?”
Cuando iba a buscarla, la llamó y le dijo: ¿Podrías traerme también un trozo de pan?”
Ella le respondió: “Tan cierto como que vive Yavé, tu Dios, que no tengo nada cocido; sólo tengo un poco de harina en un tiesto y un poco de aceite en un cántaro. Estaba recogiendo dos atados de leña y vuelvo a mi casa para prepararlo para mí y para mi hijo. Lo comeremos y luego vendrá la muerte”.
Elías le dijo: “No temas, anda y haz lo que te digo; sólo que prepara primero un pancito que me traerás, luego harás otro para ti y para tu hijo.
Porque esto dice Yavé, Dios de Israel: “La harina del tiesto no se acabará y el aceite del cántaro no se terminará hasta el día en que Yavé haga llover sobre la tierra”.
Ella se fue e hizo tal como le había dicho Elías, y durante mucho tiempo tuvieron qué comer, éste, ella y el hijo.
La harina del tiesto no se acabó y el aceite del cántaro no se terminó, según la palabra que Yavé había dicho por boca de Elías.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal Católico: Asamblea Eucarística. México