Invitar a Jesús a nuestra casa
“En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume…” (Lc 7, 36-8,3)
En este 11° domingo ordinario, podemos ver a Jesús que es invitado a comer en casa de un fariseo llamado Simón. Con este gesto de aceptación nos indica su coherencia de vida, “no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”, es decir, para Él no existe acepción de personas, está dispuesto a ir a todo aquél que lo deje entrar en su casa.
El fariseo Simón invita a Jesús a su casa, sin embargo, aunque sin palabras, critica a la mujer que expresa su arrepentimiento y amor a Jesús.
También resalta la actitud de la mujer que al saber que Jesús iba a llegar a la casa de Simón se dispone a ir y manifestar al maestro su arrepentimiento sincero.
El fariseo critica a Jesús porque permite que la mujer se le acerque diciendo en su pensamiento “si este hombre fuera un profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”. Desde luego que Jesús conoce quien es la mujer pero desea que Simón se dé cuenta que el amor y la misericordia están por encima de todos los prejuicios que podamos tener de los demás. Que es la fuerza del amor la que regenera a la persona y la que mantiene la esperanza de una vida mejor, que el reconocimiento de nuestra situación de pecado es la que nos libera y hace experimentar intensamente el amor y la misericordia del Padre.
La mujer pecadora expresa su amor a Jesús porque se siente perdonada, no olvidemos que “el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (Jn 4,7). El amor de esta mujer es un amor lleno de agradecimiento ya que ha escuchado esas palabras que probablemente tenía mucho tiempo no escuchaba “Tus pecados te han quedado perdonados”.
Debemos tener cuidado de no tomar la actitud del fariseo perdiendo la conciencia de ser pecadores y creyéndonos con derecho de juzgar duramente a los demás sin pensar que también nosotros fallamos y necesitamos del perdón de Dios.
De lo que debemos estar conscientes es que Dios se interesa por nosotros y quiere que experimentemos su amor que es gratuito y que nos liberemos de cualquier situación de pecado en la que estemos cayendo, pero para lograrlo no lo vamos a poder hacer solo con nuestras propias fuerzas humanas sino buscando su gracia, aceptando su perdón y su amor. Pero también debemos reconocer que estamos llamados a colaborar en la construcción de un mundo mejor pero para ello debemos reconocer que no somos perfectos, que somos frágiles y esto nos llevará a saber acoger, comprender y ayudar a nuestros hermanos que por una u otra razón fallan.
Hoy tenemos la gran oportunidad de invitar a Jesús que entre en nuestra casa para que podamos experimentar su perdón y su amor, es el momento de reconocer con humildad que somos pecadores, es momento de agradecerle tantas maravillas que hace en y por nosotros. Pidámosle que nunca nos convirtamos en jueces de los demás, pensando que somos mejores que los otros.
Si en este momento nos damos cuenta que estamos en una situación difícil de resolver, es el momento de volver a Dios, doblar las rodillas ante él y expresarle nuestro amor. No olvidemos que sólo estando Cristo en nosotros podremos darnos cuenta de nuestra verdadera pequeñez. ¡Invita a Jesús a tu casa!
+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Tuxtla