Compromiso y conducta de los católicos en la vida política
El compromiso del cristiano en el mundo, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política. La Iglesia venera entre sus Santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso compromiso en las actividades políticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Tomás Moro, proclamado Patrón de los Gobernantes y Políticos, que supo testimoniar hasta el martirio la “inalienable dignidad de la conciencia”. Fue sometido a diversas formas de presión psicológica, y rechazando toda componenda, y sin abandonar su “fidelidad a la autoridad y a las instituciones” afirmó con su vida y su muerte que “el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral”.
Las actuales sociedades democráticas, exigen nuevas y más amplias formas de participación en la vida pública por parte de los ciudadanos, cristianos y no cristianos. En efecto, todos pueden contribuir por medio del voto a la elección de los legisladores y gobernantes y, a través de varios modos, a la formación de las orientaciones políticas y las opciones legislativas que tengan como finalidad favorecer el bien común. La vida en un sistema político democrático no podría desarrollarse sin la activa, responsable y generosa participación de todos.
Recientemente han surgido fuerzas y movimientos políticos que han expresado posiciones contrarias a la enseñanza moral y social de la Iglesia en cuestiones de ética fundamental. Tales opciones y posiciones, siendo contradictorios con los principios básicos de la conciencia cristiana, son incompatibles con la ética cristiana-católica.
La fe en Jesucristo, que se ha definido a sí mismo “camino, verdad y vida” (Jn 14,6), exige a los cristianos el esfuerzo de entregarse con mayor diligencia en la construcción de una cultura que reproponga el patrimonio de valores y contenidos en el cristianismo.
La fe nunca ha pretendido encerrar los contenidos socio-políticos en un esquema rígido, consciente de que la dimensión histórica en la que el hombre vive, existen situaciones imperfectas y a menudo rápidamente mutables. Por esto, deben ser rechazadas las posiciones políticas y los comportamientos que se inspiran en una visión utópica, la cual instrumentaliza el mensaje religioso, dirigiendo la conciencia hacia una esperanza solamente terrena, que anula o redimensiona la tensión cristiana hacia la vida eterna.
También la Iglesia enseña que la auténtica libertad no existe sin la verdad. “Verdad y libertad, o van juntas o juntas perecen miserablemente”; y la verdad sin la caridad tampoco tendría sentido. En una sociedad donde no se llama la atención sobre la verdad ni se la trata de alcanzar, se debilita toda forma de ejercicio auténtico de la libertad, abriendo el camino al libertinaje y al individualismo, perjudiciales para la tutela del bien de la persona y de la entera sociedad. Y por otro lado la caridad sin la verdad se convertiría en solo un asistencialismo.
Es bueno recordar una verdad que hoy no siempre se percibe, o no se formula con exactitud: El derecho a la libertad de conciencia, y en especial a la libertad religiosa, que se basa en la dignidad ontológica de la persona humana, y menos en una inexistente igualdad entre las religiones y los sistemas culturales. En esta línea, la Iglesia ha afirmado que de ningún modo funda este derecho a la libertad religiosa sobre el supuesto hecho de que todas las religiones y todas las doctrinas, incluso erróneas, tendrían un valor más o menos igual; lo funda en cambio sobre la dignidad de la persona humana, la cual exige no ser sometida a contradicciones externas, que tienden a oprimir la conciencia en la búsqueda de la verdadera religión y en la adhesión a ella.
La conducta de los fieles laicos en la actividad política o de gobierno, deberá ser orientada por los principios fundamentales que no son negociables, partiendo desde luego del primero: la dignidad de la persona humana y sus derechos inalienables..
Durango, Dgo., 13 de junio del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango