Guárdame, oh Dios, que en ti me refugio.
Digo a Yahvé: “Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti”.
Yahvé es la parte de mi herencia y de mi copa, tú aseguras mi suerte:
me ha tocado un lote precioso, me encanta mi heredad.
Bendigo a Yahvé, que me aconseja; aun de noche me instruye la conciencia;
tengo siempre presente a Yahvé, con él a mi derecha no vacilo.
Por eso se me alegra el corazón, sienten regocijo mis entrañas, todo mi cuerpo descansa tranquilo;
pues no me abandonarás al Seol, no dejarás a tu amigo ver la fosa.
Me enseñarás el camino de la vida, me hartarás de gozo en tu presencia, de dicha perpetua a tu derecha.