[Salmo. De Asaf.] Oh Dios, los gentiles han invadido tu heredad, han profanado tu santo Templo, han dejado en ruinas Jerusalén;
han dado los cadáveres de tus siervos como pasto a los pájaros del cielo, los cuerpos de tus amigos a las bestias de la tierra.
Han derramado su sangre como agua en torno a Jerusalén, ¡y nadie sepultaba!
Hemos sido irrisión de los vecinos, burla y escarnio de los de alrededor.
¿Cuánto durará tu cólera, Yahvé?, ¿arderán siempre tus celos como fuego?,
Derrama tu furor sobre los pueblos que no te reconocen, sobre los reinos que no invocan tu nombre.
Porque han devorado a Jacob y han devastado sus dominios.
No nos imputes las culpas de los antepasados, que tu ternura llegue pronto a nosotros, pues estamos del todo abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por amor de la gloria de tu nombre; líbranos, borra nuestros pecados, por respeto a tu nombre.
¿Por qué han de decir los paganos: “Dónde está su Dios”? ¡Que los paganos padezcan (y nosotros lo veamos) la venganza de la sangre derramada por tus siervos!
¡Llegue a ti el suspiro del cautivo, y en virtud de tu inmenso poder salva a los condenados a muerte!
¡Devuelve siete veces a nuestros vecinos la afrenta con que te afrentaron, Señor!
Y nosotros, tu pueblo, ovejas de tu pasto, te daremos eternamente gracias, repitiendo tu alabanza de edad en edad.
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