¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Estás lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos.
Clamo de día, Dios mío, y no respondes, también de noche, sin ahorrar palabras.
a ti clamaron y se vieron libres, en ti confiaron sin tener que arrepentirse.
todos cuantos me ven de mí se mofan, tuercen los labios y menean la cabeza:
“Se confió a Yahvé, ¡pues que lo libre, que lo salve si tanto lo quiere!”.
¡No te alejes de mí, que la angustia está cerca, que no hay quien me socorra!
Perros sin cuento me rodean, una banda de malvados me acorrala; mis manos y mis pies vacilan,
puedo contar mis huesos. Ellos me miran y remiran,
reparten entre sí mi ropa y se echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Yahvé, no te alejes, corre en mi ayuda, fuerza mía,
Contaré tu fama a mis hermanos, reunido en asamblea te alabaré:
Los pobres comerán, hartos quedarán, los que buscan a Yahvé lo alabarán: “¡Viva por siempre vuestro corazón!”.
Se acordarán, volverán a Yahvé todos los confines de la tierra; se postrarán en su presencia todas las familias de los pueblos.
Porque de Yahvé es el reino, es quien gobierna a los pueblos.