Alabad a Yahvé, que es bueno cantar, a nuestro Dios, que es dulce la alabanza.
Yahvé reconstruye Jerusalén, congrega a los deportados de Israel;
sana los corazones quebrantados, venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas, llama a cada una por su nombre;
grande y poderoso es nuestro Señor, su sabiduría no tiene medida.
Yahvé sostiene a los humildes, abate por tierra a los impíos.
Cantad a Yahvé dándole gracias, tañed la cítara en honor de nuestro Dios:
El que cubre de nubes los cielos, el que dispensa lluvia a la tierra, y llena de hierba las montañas, de plantas para el uso del hombre;
el que dispensa alimento al ganado, a las crías de cuervo cuando graznan.
No se deleita en el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre.
Yahvé se complace en sus adeptos, en los que esperan en su amor.
¡Celebra a Yahvé, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!,
que refuerza los cerrojos de tus puertas y bendice en tu interior a tus hijos;
que concede prosperidad a tu territorio y te sacia con flor de harina.
Que envía a la tierra su mensaje, y su palabra corre a toda prisa.
Que distribuye la nieve como lana y esparce la escarcha cual ceniza.
Arroja su hielo como migajas, ante su frío el agua se congela.
Envía su palabra y se derrite, sopla el viento y fluye el agua.
Revela a Jacob sus palabras, sus preceptos y normas a Israel:
no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus normas conoció.
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