Partieron del monte Hor, camino del mar de Suf, rodeando el territorio de Edom. El pueblo se impacientó por el camino.
Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos hastiados de ese manjar miserable.”
Envió entonces Yahvé contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel.
El pueblo fue a decirle a Moisés: “Hemos pecado por haber hablado contra Yahvé y contra ti. Intercede ante Yahvé para que aparte de nosotros las serpientes.” Moisés intercedió por el pueblo.
Y dijo Yahvé a Moisés: “Hazte una serpiente abrasadora y ponla sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá.”
Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida.