Lo que les mandé fue esto otro: “Escuchad mi voz, y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, e iréis por donde yo os mande, para que os vaya bien.”
Mas ellos no escucharon ni aplicaron oído, sino que se guiaron por la pertinacia de su mal corazón, volviéndose de espaldas, que no de cara.
Desde la fecha en que salieron vuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy, os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente.
Pero no me escucharon ni aplicaron el oído, sino que atiesando la cerviz hicieron peor que sus padres.
Les dirás, pues, todas estas palabras, mas no te escucharán. Los llamarás y no te responderán.
Entonces les dirás: Ésta es la nación que no ha escuchado la voz de Yahvé su Dios, ni ha querido aprender. Ha perecido la lealtad, ha desaparecido de su boca.