Escuchaba las calumnias de la turba: “¡Terror por doquier!, ¡denunciadle!, ¡denunciémosle!” Todos aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspiés mío: “¡A ver si se distrae, y le podremos, y tomaremos venganza de él!”
Pero Yahvé está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su imprudencia: confusión eterna, inolvidable.
¡Oh Yahvé Sebaot, juez de lo justo, que escrutas las entrañas y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.
Cantad a Yahvé, alabad a Yahvé, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de manos de malhechores