Así dice Yahvé: Maldito quien se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahvé se aparta en su corazón.
Es como el tamarisco en la Arabá, y no verá el bien cuando viniere. Vive en los sequedales del desierto, en saladar inhabitable.
Bendito quien se fía de Yahvé, pues no defraudará Yahvé su confianza.
Es como árbol plantado a la vera del agua, que junto a la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto.
El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?
Yo, Yahvé, exploro el corazón, pruebo los riñones, para dar a cada cual según su camino, según el fruto de sus obras.