El Señor Yahvé me ha dado lengua dócil, que sabe decir al cansado palabras de aliento. Temprano, temprano despierta mi oído para escuchar, igual que los discípulos.
El Señor Yahvé me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.
Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos.
Pues que Yahvé habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
Cerca está el que me justifica: ¿quién disputará conmigo? Presentémonos juntos: ¿quién es mi demandante?, ¡que se llegue a mí!
He aquí que el Señor Yahvé me ayuda: ¿quién me condenará? Pues todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá