Una palabra que siempre despierta interés, morbo y sensibilidad en el corazón, escuchar la palabra apócrifo en el sentido de que el hombre insinua que no todo lo escrito esta revelado en la sagrada escritura, aquí hay una definición y contexto de ella.
APÓCRIFOS
La antigua Iglesia definió como apócrifos, es decir, como «escondidos”, algunos escritos que por sus características y por su misma composición ofrecían una lectura equivocada de la persona de Jesús.
Los textos apócrifos son muchos y naturaleza. Resulta difícil de diferente su clasificación, ya que de algunos sólo se conservan fragmentos y de otros, aunque sean más extensos, se puede demostrar que están manipulados. Se tienen apócrifos tanto para el Antiguo como para el Nuevo Testamento; aquí tomaremos en consideración especialmente los que se refieren al Nuevo Testamento.
Los evangelios apócrifos fueron desautorizados desde el principio por la Iglesia y – nunca se utilizaron ni en las controversias ni mucho menos en la liturgia. Entre los apócrifos más famosos se pueden recordar los siguientes escritos que, probablemente, fueron compuestos entre el año 65 d.C. y finales del s. u: el Evangelio de Pedro, el Evangelio de Tomás, el Protoevangelio de Santiago y los cuatro evangelios judeocristianos conocidos con los nombres de Evangelio de los Hebreos, Evangelio de los Nazarenos, Evangelio de los Ebionitas y Evangelio de los doce Apóstoles.
Los evangelios apócrifos no han llegado hasta nosotros; sólo se conocen algunos trozos y fragmentos, debido sobre todo a las citas que es posible recuperar de ellos en los textos de los Padres de la Iglesia. Entre los trozos más conocidos se pueden recordar, por ejemplo, el del Evangelio de Tomás. Se describe a Jesús como un niño que se divierte modelando con barro unos pájaros, pero como era día de sábado y no estaba permitido hacer aquello, para no destituirlos, les manda que vuelen y los pájaros de barro se ponen a volar.
O bien, en el Evangelio de Pedro se des cribe la resurrección como la salida del sepulcro de « tres hombres fabulosos que iban seguidos de la Cruz”; o también, la decisión de María de casarse con el anciano José, que nos narra el Protoevangelio de Santiago, después de verificar que en el bastón de José iba a posarse una paloma o nacía una flor.
El carácter fabuloso que a menudo tienen estos textos, junto con la descripción de lo milagroso y de lo prodigioso, ponen ya de suyo a los apócrifos fuera del horizonte histórico, que es por el contrario una de las principales características de los evangelios canónicos.
En este mismo plano hay que mencionar el hecho de que, por las mismas características, los apócrifos no sirvieron nunca para la evangelización. Los evangelios apócrifos revelan sobre todo la voluntad de colmar un vacío en la vida de Jesús, pero no pueden tener ninguna pretensión de narraciones creíbles o de textos sagrados.
R. Fisichella
Bibl.: A. de Santos Otcro, Los evangelios apócrifos, BAC. Madrid 1956; M. G. Mara, Apócrifos, en DPAC 1, 274-280; P. Sacchi (cd.), Apocrifi del Nuovo Testamento, 3 vols., Casalc Monfcrrato 1975; Íd. (ed.), Apocrifi dell’Antico Testamento, 2 vols., Turín 19811 989.