[Del maestro de coro. Salmo. De David.]
Yahvé, el rey celebra tu fuerza, le colma de alegría tu victoria.
Le has concedido el deseo de su corazón, no has rechazado el anhelo de sus labios.
Te adelantaste con buenos augurios, coronaste su cabeza de oro fino;
vida pidió y se la otorgaste, largo curso de días para siempre.
Gran prestigio le da tu victoria, lo rodeas de honor y majestad;
lo conviertes en eterna bendición, lo llenas de alegría en tu presencia.
Porque el rey confía en Yahvé, por gracia del Altísimo no vacilará.
Que tu mano alcance a tus enemigos, que tu diestra alcance a los que te odian.
Conviértelos en horno encendido, el día que aparezca tu rostro. Yahvé los tragará en su cólera, el fuego los devorará.
Borrarás de la tierra su fruto, su semilla de en medio de los hombres.
Aunque intenten hacerte daño, aunque tramen un plan, nada podrán.
Que tú les harás retroceder, asestando tu arco contra ellos.
¡Levántate, Yahvé, lleno de fuerza, cantaremos, celebraremos tu poder!
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