Palabra de Dios 24 de Feb. del 2025. Lunes VII de Tiempo Ordinario.
Evangelio del dia.
PRIMERA LECTURA.
Del libro del Sirácide (Eclesiástico) (1, 1-10)
Toda sabiduría proviene del Señor y está con él eternamente.
¿Quién puede contar las arenas de la playa, las gotas de la lluvia
o los días de los siglos? ¿Quién puede explorar la altura del cielo,
la extensión de la tierra y la profundidad de los abismos?
Antes que cualquier otra cosa fue creada la sabiduría; y la luz
de la inteligencia, desde la eternidad. ¿A quién se le ha revelado
la fuente de la sabiduría? ¿Quién ha conocido sus recursos
inagotables? Uno solo es sabio, temible en extremo: el que está
sentado en su trono, el Señor.
El creó la sabiduría, la contempló y la midió; la ha derramado
sobre todas sus obras y sobre todos los hombres, según su
generosidad; la ha derrochado entre aquellos que lo aman.
Palabra de Dios.
SALMO.
Salmo ( 92 )
R. El Señor es un rey magnífico.
Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes. Estás revestido de
poder y majestad. Tú mantienes el orbe y no vacila. Eres eterno,
y para siempre está firme tu trono.
R.
Muy dignas de confianza son tus leyes y desde hoy y para
siempre, Señor, la santidad adorna tu templo.
R.
EVANGELIO.
Evangelio según san Marcos (9, 14-29)
En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al
sitio donde estaban sus discípulos, vio que mucha gente
los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando
la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo.
Él les preguntó: “¿De qué están discutiendo?” De entre la gente,
uno le contestó: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un
espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se apodera de él, lo
tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes
y se queda tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen,
pero no han podido”.
Jesús les contestó: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré
que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?
Tráiganme al muchacho”. Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu
vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra
y lo revolcó, haciéndolo echar espumarajos. Jesús le preguntó
al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?” Contestó el
padre: “Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y
al agua para acabar con él. Por eso, si algo puedes, ten compasión
de nosotros y ayúdanos”.
Jesús le replicó: “¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’? Todo
es posible para el que tiene fe”. Entonces el padre del muchacho
exclamó entre lágrimas: “Creo, Señor; pero dame tú la fe que
me falta”. Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió
al espíritu inmundo, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te
lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él”. Entre gritos y
convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó
como muerto, de modo que la mayoría decía que estaba muerto.
Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho se puso
de pie.
Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron
a Jesús en privado: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”
Él les respondió: “Esta clase de demonios no sale sino a fuerza
de oración y de ayuno”.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN: Los aún inmaduros discípulos
no pudieron sanar en primera instancia a un
muchacho epiléptico, popularmente considerado un
“endemoniado”. Es entonces cuando interviene Jesús
reprochándoles su falta de confianza en el poder de
Dios. Sólo hasta que su padre afirma sin vacilaciones:
«Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta», se realiza
el milagro. Esta fe –expresada normalmente en sencilla
y espontánea oración– es capaz de obrar maravillas.
Y así su poder transformador llegará hasta nosotros
a través de la eficaz «sacramentalidad» de la Iglesia.