Palabra de Dios 29 de Enero de 2025. 3er. Miercoles de Tiempo Ordinario.
Evangelio del dia.
PRIMERA LECTURA.
Carta a los hebreos (10, 11-18)
Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes
ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos
sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en
cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó
para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar
a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con
una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha
santificado.
Lo mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un
pasaje de la Escritura: La alianza que yo estableceré con
ellos, cuando lleguen esos días, palabra del Señor, es ésta:
Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy
a grabarla en sus corazones. Y prosigue después: Yo les
perdonaré sus culpas y olvidaré para siempre sus pecados.
Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no
hacen falta más ofrendas por ellos.
Palabra de Dios.
SALMO.
Salmo (109, 1. 2. 3. 4)
R. Tú eres sacerdote para siempre.
Esto ha dicho el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi
derecha; yo haré de tus contrarios el estrado donde pongas
los pies”.
R.
Extenderá el Señor desde Sión tu cetro poderoso y tú
dominarás al enemigo.
R.
Es tuyo el señorío; el día en que naciste, en los montes
sagrados, te consagró el Señor antes del alba.
R.
Juró el Señor y no ha de retractarse: “Tú eres sacerdote
para siempre, como Melquisedec”.
R.
EVANGELIO.
Evangelio según san Marcos (4, 1-20)
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez
junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que
Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la
gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando
muchas cosas con parábolas y les decía:
“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando
iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron
los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno
pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era
profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió
el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros
granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron
las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros
granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando
y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por
uno”. Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los
Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces
Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del
Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les
queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más
que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y
sean perdonados”.
Y les dijo a continuación: “Si no entienden esta
parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El
sembrador’ siembra la palabra.
‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se
siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene
Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’,
son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben
con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en
cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de
la palabra, se dan por vencidos.
‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los
que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de
esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo
demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril.
Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’
son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una
cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento
por uno”.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN: San Marcos nos presenta
una colección de cinco parábolas, la primera de
las cuales es la del «sembrador». Ésta encuentra
una explicación inmediata por parte del mismo
Jesús. Él prevé diversas reacciones ante la
Palabra de Dios, según el tipo de «terreno» y de
acuerdo al mucho o poco empeño en cultivar tan
preciosa «semilla». Luego –y evocando a Isaías
6, 9-10– parece hacer un sereno balance sobre el
resultado de su predicación, al exhortar a los
suyos a no perder la confianza. Efectivamente:
el Reino de Dios tendrá, al final de cuentas, un
éxito insospechado.