Palabra de Dios 18 de marzo de 2023. Sábado de la 3ª semana de Cuaresma.
Evangelio del dia.
PRIMERA LECTURA.
Del libro del profeta Oseas (6, 1-6)
Esto dice el Señor: “En su aflicción, mi pueblo me buscará y
se dirán unos a otros: ‘Vengan, volvámonos al Señor; él nos ha
desgarrado y él nos curará; él nos ha herido y él nos vendará.
En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y
viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora
es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros
como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la
tierra’.
¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo,
Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora.
Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado
muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no
sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”.
Palabra de Dios.
SALMO.
salmo 50, 3-4. 18-19. 20-21ab
R. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de
mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y
purifícame de mis pecados.
R.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un
holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un
corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
R.
Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus
murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y
holocaustos.
R.
EVANGELIO.
Evangelio según san Lucas (18, 9-14)
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que
se tenían por buenos y despreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo
y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres:
ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis
ganancias’.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a
levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el
pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y
aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se
humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.