Ofrece las penas y tormentos que el Señor padeció desde que fue preso hasta que lo presentaron al pontífice Anás, diciendo:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, aquella prontitud de ánimo que mostrasteis para morir cuando, levantándoos de la oración, bañado del sudor de sangre, salisteis al encuentro de tus enemigos, diciendo que Vos erais aquel a quien ellos buscaban.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús por las almas del Purgatorio, el gran dolor que sentisteis por la gravísima culpa de la traición de Judas, vendiéndoos a los judíos por treinta dineros, y con el fingido ósculo de paz entregándote en manos de vuestros enemigos; dolor tan agudo y sensible, que es uno de los mayores que atravesaron tu piadosísimo Corazón.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella gravísima tribulación que padecisteis cuando fuisteis embestido en el huerto por tanto número de soldados y os prendieron y ataron con tan inhumana crueldad, que es imposible con humano discurso comprenderla.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella admirable paciencia con que sufristeis tantos golpes, oprobios y baldones hasta arrancaros los cabellos de vuestra sacrosanta cabeza, estando Vos como cordero humildísimo, sin responder palabra.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos actos internos que, en medio de los atropellos de todas clases, hacíais el amor de Dios, de tolerancia y resignación, ofreciendo siempre al Eterno Padre todos aquellos malos tratamientos que os hacían en satisfacción de nuestros pecados.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel dolor vivísimo que os atravesó el Corazón cuando, en medio de tales tribulaciones, os hallasteis solo y abandonado por vuestros más caros amigos, los cuales cuando os vieron preso y atado, todos huyeron.
Alabado seáis, mi Dios.
Yo os ofrezco dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio aquella cruelísima bofetada que os dio aquel hombre vilísimo con tan infernal furia, que os desfiguro la mejilla, y la indecible paciencia y mansedumbre con que hablasteis a aquel indigno pontífice.
Alabado seáis, mi Dios.
Oración
Para cada día después de los ofrecimientos:
Dios eterno, por tu inmensa clemencia, en nombre de tu Hijo Jesucristo y por los méritos de su Pasión santísima, te suplico con cedas eterno descanso a las afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio, para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna como los desean. También te pido humildemente Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor del mundo, que perdones los pecados que yo y todos los hombres hemos cometido, que a todos nos des verdadero arrepentimiento para enmendarnos y observar tu divina Ley, con los auxilio de gracia que necesitamos para mejor servirte en esta vida y alabarte en la eterna gloria que esperamos por tu infinita misericordia.
Amén.
Padre nuestro… Avemaría… Gloria…
Oración
¡Oh Dios, Creador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y siervas la remisión de todos sus pecados, para que consigan por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre necesitaron. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos.