Esto dice el Señor:
“Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.”
Justo ayer, minutos antes de que empezara la misa, leí un pasaje del libro “Relatos de un peregrino Ruso” que citaba el evangelio de hoy, al cual hago referencia en este dominical. Les cuento la historia y les recomiendo el libro, sobre todo a quienes buscan entender un poco más sobre el poder de la oración.
Resulta que, estando de viaje por Siberia, un hombre que buscaba encontrar la mejor forma de orar, pasaba sus días leyendo la Biblia. En un trayecto, fue asaltado por dos ladrones, quienes le quitaron sus pocas pertenencias (incluyendo su Biblia). Poco tiempo después, se topó en el camino a esos mismos ladrones, quienes habían sido aprehendidos por policías y eran escoltados a una prisión local. Sin saber lo que ocurría, el peregrino se dirigió a los ladrones y les suplicó que le regresaran su Biblia. Les dijo “les daré lo que sea con tal de saber dónde está”. Los ladrones le pidieron una moneda de plata a cambio de confesar dónde estaba y el peregrino aceptó. Los ladrones le dijeron que su Biblia era ahora pertenencia de los policías que los habían aprehendido. El peregrino entonces, habló con los policías, recuperó su Biblia y se hizo amigo del capitán, quien lo hospedó y le regaló una moneda de plata. Para esto, los ladrones ya estaban en prisión y el peregrino emprendió su camino, no sin antes, visitar a los ladrones en la cárcel y cumplir su promesa, dándoles su moneda de plata.
El peregrino pudo haberse hecho de la vista gorda, pero en lugar de eso, fue él mismo a visitar a los ladrones a la cárcel para darles un regalo. Los ladrones no hubieran sabido que el peregrino se fue, que había conseguido una moneda de plata, o hacia donde se dirigió. El peregrino no iba a lograr ningún beneficio con darles la moneda, y nadie más sabría que “había faltado a su promesa”; es más, hubiera podido recuperar su Biblia aún sin que los ladrones le hubieran dicho dónde estaba, y con tan solo preguntarle a los policías si entre las cosas que tenían los ladrones estaba su Biblia. Nada de eso importó, pues al final, el peregrino leía la Biblia, y no sólo para conocerla, sino para vivirla. Y en la Biblia dice (el evangelio de hoy) que no basta con amar a tus amigos, porque eso también lo hacen los “malos”, sino que hay que amar a tus enemigos.
Para lograrlo se necesita virtud; para tener esa virtud, es necesario pedírsela a Dios. Quizás nos sea más benéfico pedir virtudes que pedir cosas; seguro vale más esa virtud, que el coche nuevo, la casa nueva, o el juguete nuevo que pedimos en nuestras oraciones; y cuando Dios nos presenta con la oportunidad para darnos esa virtud, ¿la tomaremos?
Hay que pensar en este tipo de cosas, porque es en estos momentos, donde nos ganamos, o perdemos, la salvación que Cristo nos ha regalado con su sacrificio de amor. Es por esto que Cristo nos da el consejo de “Sed perfectos”.
Que tengan un excelente inicio de semana.
Un abrazo,
Paco
Solo te digo que seguir a Jesus,es un regalo del Padre.
Siguiendo a Jesus nos hace conocerle,
Seguir a Jesus con nuestras virtudes, y con nuestros pecados, pero seguirle siempre.