La Eucaristía, Sacramento de la esperanza
“El que coma de este pan vivirá para siempre”
Juan 6,59
La esperanza en la vida humana: Es la fuerza que da vida a todas nuestras actividades: Todo cuanto hacemos, lo hacemos con la esperanza de conseguir algún bien, en último término la felicidad. El que trabaja la tierra espera alcanzar algún fruto de su trabajo. El que estudia, espera llegar al conocimiento de la verdad, el que ora, espera alcanzar los bienes sobrenaturales…
Sin esperanza: desaparece todo esfuerzo: trabajo, estudio, oración…
¿Qué es la esperanza?
En sí misma es un deseo ardiente de alcanzar un bien que aún no poseemos y cuya consecución se nos presenta como posible. Se obtienen de forma sobrenatural: Gracia, virtudes infusas, auxilios especiales de Dios. De forma natural: personal: capacidad moral, fuerzas físicas, riquezas y no personales: medio ambiente social, amistades…
La esperanza puede ser natural o sobrenatural
La esperanza en la vida eterna
San Agustín dice que, en la edificación de la vida sobrenatural, el fundamento es la fe; la esperanza son las paredes, y la caridad “se habet ut complementum”. Luego la esperanza es como el impulso que nos hace ascender…
Se puede definir como “La Virtud teológica que confía alcanzar la vida eterna con el auxilio de Dios”
La esperanza pretende alcanzar en primer lugar: Dios como sumo bien en segundo grado positivamente cualquier bien, natural o sobrenatural, ordenado a la consecución del Sumo Bien y negativamente: evitar cualquier mal que pueda, pedir la consecución de ese Sumo Bien.
La Eucaristía, Sacramento de Esperanza
En la Eucaristía se nos da Dios, hecho hombre, el mismo que será término de nuestra felicidad. En la Eucaristía se nos da, no un bien, sino la raíz de todo bien y en orden de la vida eterna. Cristo presente en nuestras almas por la Eucaristía, es la luz que ahuyenta las tinieblas del mal. Cuando extiende su mano se calman todas las tempestades de nuestras pasiones.
• En la Eucaristía no sólo se nos da un auxilio de Dios, sino el mismo Dios, hecho Pan de Misericordia y alimento para nuestro peregrinar.
• Dios obra en nuestra naturaleza, no destruyéndola, sino perfeccionándola, revistiéndonos interiormente de su poder, como inyectándonos la fuerza divina que necesitamos para conseguir la Vida Eterna.
• Esta infusión de fuerzas divinas se realiza de un modo eminente en la recepción de la Eucaristía, mediante la cual Dios viene a nuestras almas:
a) Como alimento que necesitamos para conseguir el fin de todos nuestros anhelos. Es el único alimento que nos puede dar la fuerza suficiente para llegar hasta el fin.
b) De la asimilación d este alimento divino brota la gracia que nos da el ser y el poder obrar y merecer en el orden sobrenatural, y nos hace posible alcanzar la Vida eterna.
c) Brotan todas las virtudes morales infusas, que enriquecen y ensanchan nuestra capacidad, y la sobrenatural.
d) De la actuación de estas virtudes se sigue el dominio sobre las pasiones y desordenes de nuestra naturaleza, que son la causa de todo pecado. 1 Jn 1,7
e) Enriquece además nuestras fuerzas con el caudal acumulado de todos los merecimientos de los santos y de los justos, que se hacen uno con nosotros en virtud de este Sacramento. 1 Cor 10, 17