¿Me buscan a mí o a los prodigios que hago? Jn 6, 24-35.
Este domingo la iglesia celebra en la liturgia de la santa palabra una cita que nos interpela en este siglo XXI, a los cristianos. Junto con el salmo 77, la lectura del éxodo 16, 2-4. 12-15 y la lectura de la carta a los Efesios 4, 17. 20-24 se deleita en la santa eucaristía en lo referente a escuchar a Dios y posteriormente en la parte de la consagración hacer realidad las palabras de Cristo: “es mi cuerpo y es mi sangre”. Para los comentarios del texto del evangelio lo citamos todo en su contenido y posteriormente se harán esas intervenciones oportunas:
-Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: “Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí?” Jesús les contestó: “En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre. Entonces le preguntaron: “¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?” Jesús respondió: “La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado. Le dijeron: “¿Qué puedes hacer? ¿Qué señal milagrosa haces tú, para que la veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?” Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, según dice la Escritura: Se les dio a comer pan del cielo. Jesús contestó: “En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da vida al mundo. Ellos dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les dijo: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed.
La semana pasada el texto sagrado proclamó la multiplicación de los panes y los peces por parte de Jesús, aquella gente al ver el milagro sintió el deseo de tomarle y proclamarlo “rey” pero Jesús sabía de la efervescencia y subió al monte, la gran mayoría de gente se retiró una vez que Jesús los despidió, pues era una costumbre despedir a la gente después de una enseñanza, en este caso después de comer, sin embargo, mucha gente se quedó vigilante para el regreso de Jesús y es exactamente donde empieza el evangelio según San Juan.
El pasaje donde Jesús camina sobre el agua es el que interfiere la continuidad de la narración, donde la gente se da cuenta al día siguiente que ni los discípulos ni Jesús están y toman rumbo a Cafarnaúm en busca de Jesús. Una buena pregunta sería: ¿Para qué buscan a Jesús ese grupo?, ¿qué se podría responder?:
¿Se habrán dado cuenta que es el mesías?
¿Su conversión llegó y quieren una nueva vida en Jesús?
¿Era la solución que esperaban a sus suplicas y Dios respondió?
¿Por qué les dio de comer gratis?
¿Por milagrero al sanarlos, expulsarles demonios?
¿Para ahora desquitarse de sus sufrimientos?
Al encontrar a Jesús en Cafarnaúm solo le preguntan: “Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí?”, estuvieron en vigilia y no vieron como se les fue, ¿cómo lo haría?, pero Jesús es muy tajante y directo: “En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. ¿De verdad lo fueron a buscan solo por el pan que comieron?, ¿por el milagro del cual se aprovecharon y nunca vieron el misterio del milagro?, ¿esto no se parece a lo que hacemos muchos cristianos?, ¿que solo ven lo que reciben sin importar el verdadero sentido de porque les asiste Dios?, cuando un pariente está muy enfermo, en un estado crítico, cuando hay una situación delicadísima, cuando hay grandes conflictos de situaciones duras y de repente, se soluciona todo, así nomás, ni siquiera hay agradecimiento, ni una reflexión, no hay conversión, no hay profundidad en ver para que Dios les ha asistido. No se cree más en Dios o Jesús, no hay beneficio para los demás, pareciera que Jesús es esclavo de nuestros caprichos y obligado a asistir lo que queramos.
Buscarlo por el “signo”.
Esa pregunta y la enseñanza que viene enseguida nos da a entender que sí lo buscáramos por los signos que hace: veríamos en él su grandeza, su señorío, su realeza, se vería la garantía de que él es, el mismo Jesús dirá: “sí no me creen por lo que les digo, créanme siquiera por los prodigios que hago, así como Nicodemo fue atraído por los signos que hacía.
Por su persona.
Muy pocos seguramente creyeron que verdaderamente era el Cristo, pocos se convirtieron de corazón, pocos optaron por él y en su mayoría fueron los pobres, los débiles y los marginados, los que creían en las promesas de Dios de recibir al mesías.
Enseñanza:
Jesús sabe de su inquietud y les dice: Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. El alimento espiritual, el alimento que Dios da para conservar la inmortalidad del alma, muchos creen que el mesías les va a dar de comer quizá como Moisés, muchos se creen merecedores de recibir gratis agua y pan; Jesús va más allá, nos da el pan de vida en el altar, pero mucha gente simplemente es mera espectadora, no se sí se sienten santos o no necesitan a Dios o creen que con saciar su estómago es suficiente, se cumpliría aquel dicho mexicano: “barriga llena corazón contento”.
¿Cuánta gente se fatiga por el alimento y la salud y es infeliz al no tenerlo?, no se imagina la cantidad de hermanos que gastan cantidades extraordinarias por alimento y en medicinas, un alimento que no hace más santo al hombre y mucho menos creyente, una salud utilizada paupérrimamente en el bien de los demás, casi nula.
Pero estos oyentes de Jesús no les es suficiente lo que han visto y comido, quiren un signo más, que les diga Cristo: “voy hacer esto”, quizá así queden agusto y crean: ¿Qué señal milagrosa haces tú, para que la veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?”; a continuación viene el clásico recuerdo de lo que vivieron sus padres cuando Yahvé los sacó de Egipto y lo que en la tradición Moisés les dio, de igual manera concebida sin pensar para que les dio maná y agua, solo se saciaron y por lógica hacen mención a Jesús de sus antepasados: Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, según dice la Escritura: Se les dio a comer pan del cielo.
Vuelve Jesús a enseñar.
Jesús interviene y tiene que abrir la inteligencia a estos cerrados de cerviz y pone en su lugar a Moisés: Jesús contestó: “En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da vida al mundo. En tiempos mesiánicos esperan que los prodigios del éxodo se repetirían. Imagine a radicales judíos el oír que su figura máxima es tratada de ese modo, casi le apedrearían, hablar contra el rey, contra el templo, contra Dios, o contra Moisés, pero todavía no hay ese desamor y por consiguiente les interesa ese pan que da la vida al mundo, sigue siendo interesado todo su actuar, no han entendido e inmediatamente piden el milagro: “Señor, danos siempre de ese pan.
Las palabras que conmoverían a cualquier cristiano las pronuncia Jesús con el gran amor de su misión: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed.
¿Acaso Jesús le está dando plenitud al maná y al agua de la roca del éxodo?, o ¿ya nos está dejando su cuerpo (pan) y su sangre (vino) para saciar nuestra alma?; volvamos aponer este cuadro: “Yo soy”, los escribas, fariseos y letrados ¿no les brincaría lo que Jesús ha pronunciado y lo que significa innombrable YHWH que sustituían por Adonaí?, ¿acaso no se fue irritando el ánimo de aquella gente con tan semejantes palabras?
¿Qué podemos concluir?
Este capítulo de San Juan es el gran tesoro escondido para la fe del cristiano, su culmen alcanzará su máximo significado cuando san Pedro, versos más adelante diga: “tú tienes palabras de vida eterna”; sí la carta a los hebreos nos muestra la supremacía en todos los aspectos de Jesús, nuestra fe debe de tener un arraigo con profundas raíces, no es posible no arrodillarse ante Jesús y adorarle, es imposible utilizar el nombre santo de Jesús para querer hablar de Dios, el pan que se va al caño no tiene valor sino alcanza su máxima expresión de amor y los cristianos tenemos la fuente viva de los sacramentos, sacramentos que no son adecuadamente aprovechados porque muchos están incapacitados para vivirlos y justificarse será semejante a estos israelitas que pidieron un signo aun viendo los signos realizados.
¿Será que tenemos que trabajar para el pan de vida eterna?, tal vez, cambiar de vida, transformarse para ser dignos del pan de vida, eso sería lo que motivaría donarse a Cristo para ser ganadores de esas promesas de Cristo, porque quién va a Cristo su puerto es seguro y provechoso, su fatiga tiene premio y su vida eterna la asegura con su cuerpo y sangre. Ahora ¿por qué buscaría usted a Cristo?, ¿por su persona, por sus prodigios o signos o por el interés material para que le vaya bien?, buenas preguntas para meditarlas toda la semana.