La Inmaculada
En la actual sociedad de consumo, este periodo (del adviento) sufre, por desgracia, una especie de “contaminación” comercial que corre el peligro de alterar su autentico espíritu, caracterizado por el recogimiento, la sobriedad y una alegría, no exterior sino intima. Por tanto, es providencial que la fiesta de la Madre de Jesús se encuentre casi como puerta de entrada a la Navidad, puesto que ella mejor que nadie puede guiarnos a conocer, amar y adorar al hijo de Dios hecho hombre. Así, pues, dejemos que ella nos acompañe, que sus sentimientos nos animen, para que nos preparemos con sinceridad de corazón y apertura de espíritu a reconocer en el Niño de Belén al Hijo de Dios que vino a la tierra para nuestra redención. Caminemos juntamente con ella en la oración y acojamos la repetida invitación que la liturgia de Adviento nos dirige a permanecer a la espera, una espera vigilante y alegre, porque el Señor no tardará: viene a librar a su pueblo del pecado.
Maria Madre de gracia y Madre de Misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora. Alabanzas y Gracias sean dadas en todo momento Al Santìsimo y Divinisimo Sacramento del Altar, y Bendita sea por siempre La Santa Inmaculada Concepciòn de la Bienaventurada siempre Virgen Marìa, Madre de Dios y Madre Nuestra… Amèn.