María pertenecía a esa parte del pueblo de Israel que en el tiempo de Jesús esperaba con todo su corazón la venida del Salvador… pero no podía imaginar cómo se realizaría esa venida. Quizá esperaba una venida en la gloria. Por eso fue tan sorprendente para ella el momento en el que el arcángel Gabriel entró en su casa y le dijo que el Señor, el Salvador, quería encarnarse en ella, de ella, quería realizar su venida a través de ella. Podemos imaginar la conmoción de la Virgen. María, con una gran acto de fe y de obediencia, dijo “si”: “He aquí la esclava del Señor”. Así se convirtió en “morada” del Señor, en verdadero “templo” en el mundo y en “puerta” por la que el Señor entró en la tierra.
Bendita eres entre todas las mujeres, mi dulce aroma, bella flor del campo, candida y virginal como ninguna otra habrá jamas en este mundo… Te amo Santa Madre de Dios y Madre nuestra…
Bendita eres entre todas las mujeres, mi dulce aroma, bella flor del campo, candida y virginal como ninguna otra habrá jamas en este mundo… Te amo Santa Madre de Dios y Madre nuestra…