Catecismo del Sagrado Corazón Capítulo VII. Caracteres del reino del Sagrado Corazón de Jesús.
1.- ¿Cuáles son los caracteres del reino del Corazón de Jesús?
Los encontramos perfectamente definidos en el prefacio de la festividad de Cristo Rey: “Reino Eterno, y Universal, Reino de Verdad y de Vida, Reino de Santidad y de Gracia, Reino de Justicia, de Amor y de Paz”.
2.- ¿Por qué es eterno el Reino de Jesús?
El Reino de Jesús es eterno porque como Dios fue engendrado “Ante el primer resplandor de la Aurora” (Salmo 109), y como Hombre Dios es el Rey inmortal de los siglos, hacia quien convergen las miradas de las generaciones que le precedieron y las de las que vienen en pos de Él. Lo afirma el Evangelio de San Lucas (cap. I, v. 26): “Reinará en la casa de Jacob eternamente, y su Reino no tendrá fin”.
3.- ¿Por qué es universal el Reino de Jesús?
Porque su poder real se extiende, de derecho o de hecho, a los cuerpos y a las almas, a todos los pueblos y naciones, a los individuos y a las colectividades, a todas las manifestaciones de la vida pública y privada.
4.- ¿Por qué es Reino de Justicia?
Porque ostenta los títulos de realeza más decisivos y sagrados: Rey por generación y herencia, Hijo de Dios, consubstancial al Padre, rayo de su gloria e imagen de su esencia, toda potestad le fue otorgada en el Cielo y en la tierra, Rey por derecho de conquista, pues nos adquirió con el precio infinito de su sangre divina, Rey, en fin, por libérrima elección de nuestros corazones, que, rendidos a sus inefables hechizos, se consagran a su santo servicio.
5.- ¿Por qué es Reino de Verdad y de Vida?
Porque el Hombre Dios, poseedor de la plenitud de la ciencia humana y divina, es luz que ilumina a todo hombre que vive en este mundo, sol lúcido y esplendente, que irradia por doquiera los rayos de la verdad.
6.- ¿Por qué se le llama Reino de Santidad y de Gracia?
Porque es la causa eficiente, meritoria: y ejemplar de toda santidad. Causa ejemplar por ser modelo acabadísimo de virtud y de perfección; causa meritoria, porque nos mereció la gracia de la santificación por su Pasión y Muerte; causa eficiente, porque da infinita eficacia a cuanto hace.
Renueva en nuestras almas aquellos milagros que obrará en los cuerpos. Calma las tormentas de nuestras pasiones; multiplica el pan de sus buenos pensamientos, convierte en vino de santo amor nuestras aficiones terrenas, lava la lepra de nuestros pecados, ilumina nuestra ignorancia y reanima nuestra inercia.
7.- ¿De qué medios se vale el Corazón de Jesús para atraer a los hombres?
Se vale principalmente de los inefables encantos de su persona y de los irresistibles atractivos de su amor. Tal es la razón por la que manifestó su Corazón a Santa Margarita María.
¿Qué otra cosa significan las encantadoras parábolas de la dracma perdida, de la oveja descarriada, del hijo pródigo y su exquisita bondad con los niños y con los pecadores?
8.- ¿No lo entendió así Santa Margarita María?
Si, lo dice expresamente: “Estoy convencida de que el Corazón de Jesús quiere establecer su Reino por la dulzura y su suavidad de su amor, y no por los rigores de la justicia”.
9.- ¿Cómo ha de terminar la lucha entre Cristo y sus adversarios?
Esta lucha ha de terminar con el triunfo definitivo de nuestro Salvador. “Tened confianza, dice San Juan, yo he vencido al mundo”. Y añade San Pablo a los Corintios: “Debe reinar hasta ponerle el Padre a todos sus enemigos debajo de sus pies”.
10.- ¿No lo prometió así a Santa Margarita María?
Se lo garantizó del modo más categórico: “Reinaré a despecho de Satanás”. “Reinaré a despecho de mis enemigos y de cuanto se me oponga”.
11.- algunos efectos trascendentales del reinado del Corazón de Jesús.
Reavivó la llama del amor de Dios, quinta esencia del cristianismo, y que trataban de ahogar los extravíos jansenistas. Renovó el culto fervoroso a la Sagrada Eucaristía, multiplicándose desde entonces, de manera asombrosa, las grandes manifestaciones Eucarísticas y cundiendo, en todas partes la Comunión frecuente.
12.- ¿Qué podemos hacer nosotros para cooperar a la extensión del Reino de Cristo?
Podemos cooperar poderosamente a dicha extensión: 1. Por la oración; por ejemplo: integrando en el Apostolado de la Oración, del que hablaremos más adelante y que cuenta con millones de socios. 2. Favoreciendo las obras misionales: Propagación de la Fe, Santa Infancia y Obra de San Pedro Apóstol. 3. Correspondiendo generosamente al divino llamamiento, si Dios nos inspira una vocación misional.
Los mártires del Sagrado Corazón
Es difícil darse cuenta, en nuestros días, del odio satánico que suscitó la devoción al Corazón de Jesús en el primer siglo de su desarrollo.
Todos los medios parecían legítimos para desacreditarla y ahogarla en germen. Y no ya sólo entre los impíos, que agotaron contra ella sus burlas groseras y sus mordaces ironías, sino también en los medios católicos más o menos intoxicados por el virus jansenista.
Dios lo permitió, sin duda, para que, junto a estos insoldables abismos de perversidad, brillara con más resplandor la fidelidad de sus finos amantes, que, en la generosa correspondencia a los apremiantes llamamientos del Corazón de Jesús, llegaron no pocas veces hasta el martirio.
Numerosas víctimas de la Revolución francesa, sólo por el delito de llevar “detentes” o escapularios del Sagrado Corazón, se vieron condenados a muerte por el tribunal revolucionario. Así sucedió con la princesa Isabel, hermana del rey Luis XVI. Merecen especial mención las religiosas Carmelitas Descalzas de Compiegne. Presas y conducidas brutalmente a París como viles criminales, fueron juzgadas y sentenciadas a muerte por el tribunal revolucionario. ¿Por qué? Por haberse hallado en su poder algunas imágenes de los Corazones de Jesús y de María y un cantico dedicado al Sagrado Corazón. Al oír la sentencia de muerte se llenaron de santo júbilo, “¡Oh hermanas mías, exclamaba una de ellas, felicitémonos, pues vamos a morir por nuestro Dios y por nuestro Rey!”
Se pusieron en marcha hacia el lugar del sacrificio entonando las dieciséis un cantico triunfal compuesto el día anterior por una de las Hermanas. Todas iban vestidas de blanco cantaban la Salve, sin que fueran bastante para apagar su voz los insultos del populacho.
Llegadas al pie del cadalso entonaron el Veni Creator, después el Te Deum, y renovaron su profesión. Una por una solicitó a la Superiora su bendición y licencia para morir, y con valor sobrehumano ofrecieron sus cabezas al verdugo. Con frialdad horripilante fue cortando éste sus virginales cuellos mientras las restantes prosiguen sus cantos.
Tan sublime espectáculo impresionó a la plebe. Avergonzada de tanta iniquidad y barbarie, se retiró silenciosa y pensativa. Parece que la sangre virginal de estas víctimas atrajo sobre el país la misericordia del Señor. A los diez días de su ejecución cayó el abominable gobierno del Terror y el amor del Corazón de Jesús se extendió prodigiosamente por todas partes.
En fin, no podemos pasar en silencio a los heroicos vandeanos, que, a impulsos de su fe, sostuvieron en defensa del altar y del trono una “lucha gigantesca”, en frase de Napoleón. Todos llevaban sobre sus pechos el escapulario del Corazón de Jesús. En 1863 quedó al descubierto la osamenta de un pueblo de cuatrocientos veinticinco habitantes, exterminados en su totalidad por las tropas revolucionarias: sus cuerpos se hallaban entrelazados por el precioso escapulario.