De la carta a los Hebreos 7,23-8,6. Jueves 22 de Enero de 2015.
“CRISTO SE OFRECIÓ A SÍ MISMO EN SACRIFICIO DE UNA VEZ PARA SIEMPRE”.
Los sacerdotes anteriores se sucedían el uno al otro porque, siendo mortales, no podían permanecer.
Jesús, en cambio, permanece para siempre y no se le quitará el sacerdocio.
Por eso es capaz de salvar de una vez a los que por su medio se acercan a Dios. El sigue viviendo e intercediendo en favor de ellos.
Así había de ser nuestro sumo sacerdote: santo, sin ningún defecto ni pecado, apartado del mundo de los pecadores y elevado por encima de los cielos.
A diferencia de los sumos sacerdotes, él no tiene necesidad de ofrecer diariamente sacrificios, primero por sus pecados, y luego por los del pueblo. Y para el pueblo no lo hizo sino una sola vez ofreciéndose a sí mismo.
Así, pues, todo es insuficiente en los sumos sacerdotes que la Ley establece, mientras que ahora, después de la Ley, Dios habla y pronuncia un juramento para establecer al Hijo eternamente perfecto.
Tratemos de resumir lo que hemos dicho: tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del Dios de Majestad en los cielos;”
él está a cargo del santuario y de la tienda verdadera, levantada no por hombres, sino por el Señor.
Todo sumo sacerdote es instituido para presentar a Dios ofrendas y sacrificios y, por tanto, Jesús tiene que ofrecer algún sacrificio.
Si se hubiera quedado en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, puesto que son otros, designados por la Ley, los que ofrecen los sacrificios.
Su liturgia, en realidad, no es sino una figura y una sombra de las cosas sobrenaturales, como lo indica la palabra de Dios a Moisés cuando estaba para construir el Santuario. Le dijo: Mira, harás todo conforme al modelo que se te mostró en el cerro.
Pero ahora Jesús celebra una liturgia tanto superior cuanto es mediador de una alianza mucho mejor y que promete mejores beneficios.
Biblia Latinoamericana / se toma como guía el misal católico: Asamblea Eucarística. México